BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

20 septiembre, 2005

EL PUENTE

Íbamos los cuatro amigos bordeando un cerro chorreado por el sol de mediodía, sin mayor preocupación que llegar pronto al río, ancho, caudaloso y de aguas cristalinas, que daba vida a todo el valle, rico en vinos y aceitunas. De mi caña colgaba una cuchara y un par de anzuelos, que como todos los sábados, a la salida de la escuela, estaban dispuestos a pescar una gran trucha.

Aproximadamente a las tres y media de la tarde bordeamos el río, buscando un lugar apto para cruzarlo, sintiendo el calor agobiante, en la presión del casco y las botas. El Sargento pidió un cigarrillo, nadie tenía.


Poco antes de llegar al puente nos separamos, yo me dirigí al lugar habitual, bajo el árbol torcido, el que parecía una pareja de enamorados, árbol añoso y de gran follaje. Me deje caer relajadamente sobre el pasto, preparé el carrete, lancé el anzuelo con fuerza y me tendí, apoyando la cabeza sobre un tronco. En medio del silencio me invadió la modorra…


¡Destruir el puente a cualquier precio! Había dicho el Coronel y el Sargento nos eligió a Mateo, al chico nuevo y a mí,
Había que apurarse, debíamos poner explosivos en cada uno de los pilares, conectados, para detonarlos de una vez.
Debíamos llegar antes que las fuerzas enemigas cruzaran

¡Picó, picó! Desperté sobresaltado por los tirones del nylon. ¡Muchachos ayúdenme! Parece que es uno grande.


A lo lejos aparecieron las primeras patrullas, apoyadas por tanques y camiones blindados, disparando todos a la vez. El maldito puente y los explosivos que se demoran, en un instante largo como un sueño.
!Retirada! gritó el Sargento.

Como un vómito, saltó lo que unos momentos antes había sido un puente, también los tanques y los perros…


Su cuerpo se convulsionaba, un hilo de sangre fluía de su boca, sus escamas como mil soles sobre mil valles. Es la trucha más grande que he visto dijo Germán, como recordándonos que era el mayor del curso.

El Coronel los tapó con una bandera y bajó la vista, el capellán pronunció una oración, esa tarde llovía