DESPERTARES
Despertó con la sensación de haber corrido toda la noche, mientras liberaba sus ojos de legañas, recordó:
Se encontraba en una zona de la ciudad que intercalaba casas con talleres de reparación de automóviles. En un momento cayó en cuenta que el suyo había desaparecido, lo había dejado estacionado en un callejón. Recorrió al trote varias manzanas buscándolo, luego exhausto se sentó en la vereda con un sentimiento de desolación.
Advirtió que las calles estaban vacías, extrañó la presencia de niños, cerró los ojos y contra su voluntad, se durmió.
Soñó que venía atravesando un gran parque, con un grupo de personas, con las que había compartido todo un verano de trabajo. El guía del grupo dijo: - Acá nos detendremos a descansar- Dejó su bolso y se tendió en la hierba, de pronto divisó a Soledad, estaba recostada de lado, completamente desnuda, apoyando la cabeza en la mano y el codo en el suelo. Se acercó por detrás, puso sus manos en la espalda de la joven y comenzó a acariciarla suavemente. Ella respondió las caricias con una sonrisa. En ese momento, el guía llamó a reanudar la marcha. Fue a buscar su bolso y no estaba. Todos se fueron, él se quedó buscando. Recorrió varias veces el parque sin resultados, desilusionado, se sentó en la hierba, apoyando la cabeza en el tronco de un añoso árbol, suspiró un par de veces y se durmió.
Soñó que tenía una amante, una mujer casada, a la que amaba profundamente. En un principio se juntaban en un café una vez a la semana, tiempo después, se encontraban casi todos los días en un motel. En una ocasión despertó con un claro sueño en la retina, dormían juntos en una casa que no era la suya ni la de su amante, el sonido de una llave en la cerradura lo despertaba, eran sus hijos, los de su matrimonio, grandes, adultos, que llegaban a visitarlos. En los cuartos vecinos dormían los hijos de esa relación. Al despertar, deseó que el sueño fuese realidad, lo escribió en una libreta y volvió a dormir.
Cuando despertó, la luminosidad le molestó en los ojos, la sala era blanca entera, sólo había una pequeña mesa de noche y una silla. Se quedó mirando el cielo raso, creyó advertir un insecto desplazándose sobre el paño blanco. –No- pensó, está detenido, talvez sólo es una mancha. En ese momento entró la enfermera, se acercó le puso una pastilla entre los labios mientras decía: - Tráguela, le hará dormir sin sobresaltos, y podrá descansar-.
Se encontraba en una zona de la ciudad que intercalaba casas con talleres de reparación de automóviles. En un momento cayó en cuenta que el suyo había desaparecido, lo había dejado estacionado en un callejón. Recorrió al trote varias manzanas buscándolo, luego exhausto se sentó en la vereda con un sentimiento de desolación.
Advirtió que las calles estaban vacías, extrañó la presencia de niños, cerró los ojos y contra su voluntad, se durmió.
Soñó que venía atravesando un gran parque, con un grupo de personas, con las que había compartido todo un verano de trabajo. El guía del grupo dijo: - Acá nos detendremos a descansar- Dejó su bolso y se tendió en la hierba, de pronto divisó a Soledad, estaba recostada de lado, completamente desnuda, apoyando la cabeza en la mano y el codo en el suelo. Se acercó por detrás, puso sus manos en la espalda de la joven y comenzó a acariciarla suavemente. Ella respondió las caricias con una sonrisa. En ese momento, el guía llamó a reanudar la marcha. Fue a buscar su bolso y no estaba. Todos se fueron, él se quedó buscando. Recorrió varias veces el parque sin resultados, desilusionado, se sentó en la hierba, apoyando la cabeza en el tronco de un añoso árbol, suspiró un par de veces y se durmió.
Soñó que tenía una amante, una mujer casada, a la que amaba profundamente. En un principio se juntaban en un café una vez a la semana, tiempo después, se encontraban casi todos los días en un motel. En una ocasión despertó con un claro sueño en la retina, dormían juntos en una casa que no era la suya ni la de su amante, el sonido de una llave en la cerradura lo despertaba, eran sus hijos, los de su matrimonio, grandes, adultos, que llegaban a visitarlos. En los cuartos vecinos dormían los hijos de esa relación. Al despertar, deseó que el sueño fuese realidad, lo escribió en una libreta y volvió a dormir.
Cuando despertó, la luminosidad le molestó en los ojos, la sala era blanca entera, sólo había una pequeña mesa de noche y una silla. Se quedó mirando el cielo raso, creyó advertir un insecto desplazándose sobre el paño blanco. –No- pensó, está detenido, talvez sólo es una mancha. En ese momento entró la enfermera, se acercó le puso una pastilla entre los labios mientras decía: - Tráguela, le hará dormir sin sobresaltos, y podrá descansar-.