BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

29 septiembre, 2005

TROTE A TROTE


El parque se abre paso ante sus pies, protegidos por zapatillas con aire.
A Simón le gusta trotar , sentir el viento en la cara, oler la tierra, lo árboles.
En alguna revista leyó sobre los beneficios de hacer ejercicio, especialmente trote para mantenerse en forma.
Habitualmente el parque está concurrido y a la hora que Simón va, los usuarios cambian, los niños poco a poco dan paso a jovencitos con vestuarios a la moda, cabellos de colores y aros, no sólo en las orejas y nariz, sino en cejas, labios y otras partes del cuerpo.
Simón trota, una vuelta tras otra, sin cansancio, a un ritmo que le permitiría hacerlo hasta dos horas o más. De vez en cuando un muchacho le acompaña un tramo y luego vuelve a quedar solo.
En el parque los adolescentes se drogan y consumen alcohol, en latas de gaseosas para despistar a los guardias municipales y a la policía.
Cada cierto rato, pasaa el carro de la policía, se acerca a algún grupo de jóvenes y a medida que anochece pierden el pudor y registran uno por uno a los integrantes de los nutridos grupos.
Simón trota, Simón mira, sintiendo la libertad de no ser molestado, de ser considerado un tipo sano en ese ambiente de fiesta y juerga.
En las últimas vueltas aumentan sus eventuales acompañantes y por un momento parece que ya no está solo, sin embargo al cabo de unos minutos, vuelve a ser el solitario trotador nocturno, con su atuendo deportivo que choca con el paisaje humano del lugar.
Cuando vuelve a la pequeña pieza que arrienda, se saca la ropa, primero las zapatillas, luego las calcetas, la sudadera; antes de sacarse el pantalón, saca de sus bolsillos un puñado de billetes. A ese ritmo en unos cuantos meses podrá comprar su propia casa.
Si sus proveedores son tan ingeniosos y cuidadosos como él, sólo tendrá que trotar.

21 septiembre, 2005

REVOLUCIÓN


Manuel fue a la cocina y preparó café, desde muy joven, prefirió el café de grano al instantáneo. Se sentó al sol con el tazón entre las manos y se remontó a una época en que todo parecía más fácil, sus 18 años. Recordó su simpatía con movimientos revolucionarios de Izquierda, agrupaciones estudiantiles, que se sustentaban en un gran entusiasmo y convicción: “La lucha armada es el único camino, compañero” decía el coordinador del grupo a Manuel y sus amigos, jóvenes que fragmentaban su quehacer, entre los ideales políticos, la búsqueda de muchachas, el deporte y el estudio.
Su gran preocupación social en ese tiempo, era la desigualdad de oportunidades de la gente de su pueblo.
El café esa mañana fue un recuento de su vida, los ideales perdidos, la inevitable adhesión al sistema económico y la brecha entre ricos y pobres que se fue ampliando frente a su vista…
Miró por la ventana, debían estar por llegar. Se miró en el vidrio y se vio muy anciano, las arrugas hechas surcos, como albergando tanta tristeza. Sin embargo se sentía fuerte, vital. Prefería que lo encontraran bien; no quería darles otra preocupación, además de la que ya tenían, y lo peor es que la solución que venían a buscar, estaba lejos de sus posibilidades.
Volvió a pensar en la maldita brecha social, su crecimiento geométrico… De haber sabido que las cosas llegarían a este punto, otra habría sido la preparación de su futuro y el de sus descendientes.
Su pensamiento retrocedió veinte años, fue por el año 2000 se dijo a si mismo, mientras recordaba haber escuchado la noticia en televisión, cuando aún los televisores no eran parte de la estructura de las paredes. El lector de noticias había anunciado que en alguna parte, científicos lograron descifrar el código genético. Tan ajena noticia….

Cuando su nieto llegara, le iba a explicar su situación económica, era mucho dinero. Pensó en vender su casa, pero eso no le reportaría ni la décima parte de lo que necesitaban.
La inmortalidad le había parecido cosa de cuentos, leyendas. Que la genética pudiese planificar el nacimiento de hijos inmortales, aún le era difícil de entender. Cuando la noticia de la posibilidad cierta se dio a conocer, especificando el costo en dinero que significaba, comprendió que era sólo para millonarios y la entendió como una forma más de discriminación, una forma de establecer una diferencia final entre ricos y pobres: Mortales e Inmortales.
El anciano sintió humedecerse sus mejillas y deseó ser joven y fuerte otra vez, para promover una revolución definitiva contra la desigualdad.

20 septiembre, 2005

EL PUENTE

Íbamos los cuatro amigos bordeando un cerro chorreado por el sol de mediodía, sin mayor preocupación que llegar pronto al río, ancho, caudaloso y de aguas cristalinas, que daba vida a todo el valle, rico en vinos y aceitunas. De mi caña colgaba una cuchara y un par de anzuelos, que como todos los sábados, a la salida de la escuela, estaban dispuestos a pescar una gran trucha.

Aproximadamente a las tres y media de la tarde bordeamos el río, buscando un lugar apto para cruzarlo, sintiendo el calor agobiante, en la presión del casco y las botas. El Sargento pidió un cigarrillo, nadie tenía.


Poco antes de llegar al puente nos separamos, yo me dirigí al lugar habitual, bajo el árbol torcido, el que parecía una pareja de enamorados, árbol añoso y de gran follaje. Me deje caer relajadamente sobre el pasto, preparé el carrete, lancé el anzuelo con fuerza y me tendí, apoyando la cabeza sobre un tronco. En medio del silencio me invadió la modorra…


¡Destruir el puente a cualquier precio! Había dicho el Coronel y el Sargento nos eligió a Mateo, al chico nuevo y a mí,
Había que apurarse, debíamos poner explosivos en cada uno de los pilares, conectados, para detonarlos de una vez.
Debíamos llegar antes que las fuerzas enemigas cruzaran

¡Picó, picó! Desperté sobresaltado por los tirones del nylon. ¡Muchachos ayúdenme! Parece que es uno grande.


A lo lejos aparecieron las primeras patrullas, apoyadas por tanques y camiones blindados, disparando todos a la vez. El maldito puente y los explosivos que se demoran, en un instante largo como un sueño.
!Retirada! gritó el Sargento.

Como un vómito, saltó lo que unos momentos antes había sido un puente, también los tanques y los perros…


Su cuerpo se convulsionaba, un hilo de sangre fluía de su boca, sus escamas como mil soles sobre mil valles. Es la trucha más grande que he visto dijo Germán, como recordándonos que era el mayor del curso.

El Coronel los tapó con una bandera y bajó la vista, el capellán pronunció una oración, esa tarde llovía