BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

01 diciembre, 2008

DIVERSIDAD E IGUALDAD (Mención honrosa Concurso de Microcuento arbitrario, Tema: Los Zapatos, Colegio Altamira)

En el momento que la Zapatilla de Tenis entró al salón, la Pantufla comentó: -Y a ésta, quién la invitó- La Chala asintió con mirada cómplice.

Apenas hubo cruzado el umbral, salió a recibirla la dorada Zapatilla de Clavos, bella y punzante, como una Rosa. Juntas recorrieron el salón y fueron a reunirse con el exclusivo grupo formado por la Zapatilla de Escalada (vestida en tonos Lila y plateado), el Zapato de Fútbol, el Zapato de Trekking y el de Andinismo, ambos térmicos e impermeables. Cerca de ellos, la Zapatilla de Ballet coqueteaba con el zapato de Tango y el de Tap.

La frustración de la Chala y la Pantufla residía en que sólo eran tomadas en cuenta por el Zapato Escolar y en ocasiones por el Mocasín, quién amaba en secreto a la Zapatilla de Clavos, a pesar de estar emparejado con la Alpargata, no muy bella, pero muy alternativa.

La Chala intentaba acaparar la atención de su entorno inmediato, comentando que en algunos países era conocida como Chola, que habría sido originalmente su nombre

Iniciada oficialmente la reunión, la Bota de Montar tomó la palabra y propuso hacer comisiones que estudiaran la forma de buscar la igualdad entre los miembros de la comunidad.

La opinión del Zapato de Seguridad no se hizo esperar: -¡Es un profundo error, nuestro problema es que en el fondo ya somos iguales, por ende, soñamos con ser diferentes y quizás por eso han fracasado ideologías totalitaristas-

Es verdad, opinó la Hawaiana, la única igualdad sostenible es la de oportunidades para nuestros hijos, para que ellos puedan algún día llegar a ser diferentes-

Con voz afeminada, el Zapato de Flamenco gritó: -Yo amo la diferencia-

Esta opinión causó tal revuelo que todos hablaron al mismo tiempo y ya no se entendió nada.

En medio del alboroto, me fui de allí con la convicción de que interiormente todos albergaban un deseo común: Ser elegidos por un pie con buen olor.

Memorias de una bota militar


Olvido

Siento que mis días se acaban.

Hace tiempo fui muy considerado, se apreciaban mis servicios, sentía que me reconocían y hasta que me mimaban, dándome cuidados, especialmente en lo que a limpieza se refiere. Si he de ser sincero debo admitir que fui desgastándome como consecuencia de prestar servicio día tras día, de recorrer calles y calles sin descanso.

Todo fue empeorando, conforme pasó el tiempo (o quizás yo pasé a través de él) envejecí, y dejaron de tomarme en cuenta. Así pude ser testigo de la llegada de elementos más jóvenes, más bellos y con estilos diversos y renovados. Me sentí despojado.

La verdad, nunca perdí la esperanza. Intenté reconstruirme anímicamente. En mi fuero interno albergué la ilusión de ser reconsiderado.

Sucedió un brillante día de primavera, mi gran oportunidad: Salimos, como en los viejos tiempos, nos tocó ir a una zona de cerros. Subimos toda la mañana por senderos hechos por las caídas de agua producto de la lluvia. Era un trabajo altamente demandante, yo enfrentaba con entusiasmo la exigencia y el rigor. Fue en una piedra filosa que estaba a la orilla del camino, me golpeé, me rasgué y se me desprendió la suela, y de un momento a otro, fui “inservible”.

En ese momento aciago, esperé alguna deferencia en compensación por todo el tiempo de buenos y leales servicios, por ejemplo un cambio de suela o de media suela por lo menos; por el contrario, en el mismo lugar, fui abandonado.

Un tiempo después, allí, en medio de un acopio de olvido, me enteré, para mi desgracia, que a diferencia de los Zapatos, a las Zapatillas no se les cambia la suela.