BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

30 noviembre, 2005

UN FAVOR MUY ESPECIAL

Es una amiga que ya tiene treinta años y quiere tener un hijo, dijo María José, el problema es que no tiene novio. Ella piensa que si espera a conocer a un hombre que le agrade, establecer una relación, crear confianza y acordar tener un hijo, se le va a pasar la vida esperando. Por eso ha decidido buscar un hombre que se preste para “hacerle” un hijo, sin responsabilidad paterna. Sólo le preocupa es la carga genética del voluntario, que sea inteligente, sano y algo apuesto. Pensé en ti, porque reúnes las condiciones, tienes cinco hijos, eres separado y tienes un espíritu aventurero que te permitiría hacerlo.
En el primer momento no supe que pensar, más tarde sentí curiosidad y poco a poco comencé a disfrutar con la idea. Fiel a la opinión de mi amiga, mi espíritu aventurero (soy Sagitario) se fue imponiendo y esa noche al meterme a la cama, estaba dispuesto a hacerlo, sin importar las consecuencias.
Al día siguiente se lo conté a mi amiga Paula, quien no estuvo de acuerdo. Ella sostuvo que tarde o temprano mi instinto paternal se impondría y me impulsaría a luchar por el derecho a la paternidad. Terminarás exigiendo exámenes de ADN, dijo, transformando tu vida en una lucha sin tregua.
Pasaron varios días, una semana tal vez, casi había olvidado el episodio cuando me llamó María José, porque su amiga quería conocerme. Ah, le hablaste de mí, -si-, dijo, me preguntó si tu intención era renunciar al hijo o si después te arrepentirías. Cuéntale que tengo cinco hijos. María José continuó: -se lo dije, además, que eran magníficos estudiantes y buenos deportistas, como prueba de tu genética.
A los pocos días nos juntamos en un Café, María José nos presentó y se fue, no sin antes despedirse diciendo: -Ustedes tienen mucho de que hablar-.
Se trataba de una mujer bonita, pretendientes no debían faltarle. Al verla me entusiasmé y al hablar con ella quedé maravillado. Carla era culta, simpática y amorosa. Estuvimos conversando largamente, pasando de un tema a otro, a cada momento la charla se hacía más grata. Una mujer así es para enamorarse y tener muchos hijos, pensé.
En un momento de la conversación, hablamos de Fútbol, dijo ser hincha de Colo Colo, un equipo de mi ciudad, su padre fue jugador y hoy dirigente. Yo soy hincha de la Universidad de Chile, su clásico rival.
Más tarde dijo que para las próximas elecciones presidenciales le gustaba un candidato de Derecha, un empresario, porque le parecía, fomentaría el turismo.
Yo, siempre he sido de Izquierda.
Allí fue cuando la incipiente relación se enfrió. No tocamos el tema de “hacer” un hijo. Quizás la expresión de mi rostro, detonó la pronta despedida.

No he vuelto a ver a María José, menos a Carla. Hay días en que reniego de mis prejuicios. Mi hijo mayor siempre dice que mi intolerancia terminará aislándome.
La verdad, no me importa, quizás me haya perdido una interesante experiencia, quizás un buen romance, o un buen “polvo, sin embargo no me arrepiento de lo sucedido, al contrario, de haber tenido un hijo con ella, no habría podido incidir en su educación y finalmente sólo habría aportado un miembro más al “enemigo”.

29 noviembre, 2005

ALARMA DE SEGURIDAD

Cuando entraron a robar a su casa, experimentó una mezcla de sentimientos: ira, impotencia, desolación, pena y resignación. Esta última, porque no quiso hacer la denuncia en la policía, evitando así que su casa se llenara aún más de intrusos.
Durante un tiempo no se atrevió a comprar equipo de música, computador y otros artículos para reponer lo que le fue robado, con la idea que en cualquier momento encontraría nuevamente todo en desorden al llegar a su casa. Son muchas las víctimas de robo, que deben enfrentar un gran desorden producto de la búsqueda de objetos de valor por parte de los ladrones, situación que acentúa el dolor y la rabia del momento.
Al llegar cada día, abría la puerta y esperaba encontrar lo peor.
Tomó una decisión, contrató una empresa de seguridad, que le instaló un sistema de alarma, monitoreado y apoyado por carros propios y también policiales. Repuso lo robado y se dispuso a vivir tranquilo. A su código de alarma añadió el de la señora que iba semanalmente a lavar ropa y planchar.
Así pudo recuperar poco a poco, aunque nunca del todo, la tranquilidad cotidiana.
Cierto día quedó de acuerdo con el esposo de la señora del planchado, él arreglaría un grifo del baño, mientras la señora planchaba. ¿Le comentó a su esposo la clave de la alarma?, preguntó, La señora respondió: Me vendré con él mañana.
Al día siguiente se fue a trabajar tranquilo. A eso de las 10:30 de la mañana, sonó su teléfono celular, atendió y escuchó una voz de hombre diciendo: ¿El señor Ramírez? Sí, respondió. Tenemos una violación de domicilio por la puerta principal, acabamos de enviar a la policía. Voy para allá respondió, mientras cortaba la comunicación.
Recordó al esposo de la señora del planchado, imaginó a la policía en su casa y de pronto recordó que su hijo tenía un par de plantas de marihuana en el patio y el mundo se le vino encima. Se imaginó dando cuenta del hallazgo ante un juez y lo peor de todo, imaginó los titulares de la prensa amarillista: “Ingeniero descubierto por sus propia alarma, por su propio sistema de seguridad”.
Se subió al automóvil como un fantasma, al mismo tiempo, queriendo y no queriendo llegar a su casa. Durante el camino sintió nauseas, dolor de estómago, deseos de no existir.
Diría que las plantas eran de su hijo, ¡No! Se echaría la culpa con tal de protegerlo. Transpiró helado, sintió como temblaban sus piernas, finalmente conforme se acercaba a la casa, fue armándose de valor…

Don Ramón se levantó temprano, pensó en comprar un repuesto para el grifo, arreglarlo y partir a otra casa, donde le esperaba un trabajo de albañilería. Se sirvió un té, se hizo unas tostadas y le llevó desayuno a su esposa a la cama. Levántate rápido, le dijo, no me apures, dijo ella, antes de salir tengo que dejar almuerzo preparado para los niños.
Don Ramón se molestó y dijo: Yo me voy antes. Tomó su bicicleta y pedaleó las veinte cuadras, llegó a la casa, metió la llave que su esposa le entregara, la giró, empujó la puerta y escucho un silbido. La alarma, recordó. Asustado, cerró la puerta y esperó fuera. Unos momentos después la alarma ululaba, acusando la violación…

Cuando llegó a su casa, todo estaba tranquilo, la señora planchaba, don Ramón terminaba el arreglo del grifo. Qué pasó, preguntó, nada contestó don Ramón, olvidé la alarma, esperé afuera y como me acordé de las plantas de su hijo, cuando llegó la policía le mostré mis documentos, mis herramientas, en ese momento llegó mi esposa y ellos se fueron.
Se tendió en un sillón, se sirvió un café y avisó al trabajo que se tomaría el resto del día.
Una cosa estaba clara, días como ese no se tienen muy seguido.

26 noviembre, 2005

OLVIDO


Muy molesta estaba mi esposa porque olvidé nuestro aniversario de matrimonio, olvido que me significó una costosa negociación para obtener su perdón (los próximos tres meses deberé llevarle desayuno a la cama, sacar a pasear al perro por las noches y por supuesto desagraviarla con una salida a cenar y un correspondiente paseo por sus tiendas favoritas).

Sin embargo eso no es lo que más me preocupa, al recordar que olvidé mi aniversario, también recordé que un día antes de mi aniversario, es, o mejor dicho fue el cumpleaños de mi secretaria, y también lo olvidé (ella me ha asistido con dedicación los últimos nueve años, tiempo en el que nunca olvidé saludarla).
Al pensar en mi secretaria, recordé sus palabras en un tono, distante, diciéndome: -Encima le dejo el informe para enviar a la gerencia-, recién ahí, recordé que también eso olvidé.
Creo que son demasiados olvidos en tan poco tiempo, circunstancia que me ha llevado a pensar que algo no anda bien.

A propósito, leí en algún artículo, en alguna revista que no recuerdo, que el memorizar datos, en contradicción con la creencia de nuestros padres, si ocupa espacio. En el artículo se señalaba que es conveniente usar agendas, a fin de dejar espacio en el cerebro para memorizar datos de mayor relevancia. Es evidente que en algún momento olvidé ese consejo también.
Por otra parte, en algún momento escuché, no recuerdo si fue en un programa de radio o televisión, que con los años se produce un deterioro de las funciones cerebrales, lo que empieza a manifestarse con la pérdida de la memoria, especialmente de fechas importantes, cumpleaños, aniversarios y otras, aunque el especialista decía, que es posible también, que esto se deba a factores de motivación.

Mi duda en este momento es: Estaré perdiendo la motivación por el trabajo, por saludar a mi secretaria y por celebrar mi aniversario de matrimonio o será quizás que los años y el exceso de trabajo me están pasando la cuenta; no lo sé, aunque tiendo a pensar que se trata de un tema de espacio para almacenar datos en el cerebro, ya que al tener que memorizar y recordar tantos hoyos en el pavimento de mi ciudad, cada día al conducir el automóvil desde mi casa al trabajo y viceversa, debo estar saturando la memoria.


25 noviembre, 2005

INVITACIÓN


Después de varias vueltas logró dar con la dirección, ella lo había invitado a conocer su nueva casa. Era una casa grande, luminosa, ubicada en una calle interior bastante tranquila. Al llegar, ella lo recibió con un gran abrazo, que produjo un cosquilleo en el alma de Arturo. Pasaron a una sala, donde esperaba una amiga común y se enfrascaron en una conversación algo más que entretenida. A menudo Irene se levantaba de su asiento a buscar refrescos y bocadillos, por lo que tarde o temprano Arturo reparó en lo bella que estaba. Trató de no ser evidente, pero le resultaba difícil mantener la mirada sólo en su hermoso rostro, sin desviarla a su escote. En un momento de la charla, comentaban sobre los modelos de belleza impuestos por la sociedad, y cómo estos obligan a las mujeres a hacer sacrificios en la dieta, junto con realizar ejercicio físico con esa única motivación.
A propósito, Irene comentó que el día anterior había acudido a un establecimiento comercial con ropa amplia y sin maquillaje, pasando desapercibida por los que allí atendían, a diferencia de hoy, dijo, que fui vestida así y no dejaron de mirarme el escote. Arturo aprovechó de mirar su escote esta vez sin pudor y apenas pudo ocultar la sensación que le produjo en el cuerpo, en el alma, en todos los sentidos y sólo atinó a comentar: -Los hombres piensan que una mujer enseña una parte de su cuerpo para que todos la miren, sin entender que lo hace para que la mire sólo un hombre, uno en especial- Mientras lo decía, internamente deseaba ser él el hombre para el cual Irene usaba escote ese día.
Mientras conversaban, Arturo la miró varias veces a los ojos y creyó encontrarse con los suyos, deseó acariciarla, estrecharla en sus brazos y decirle palabras amorosas, elevarla por los aires y como en un sueño, llevarla volando lejos, muy lejos…
Sus pensamientos lo turbaron, por momentos le pareció que ella sentía lo mismo y luego, renegó de su imaginación.
Cuando estaba en lo más profundo de sus cavilaciones sonó el timbre de la casa, Irene fue a abrir y al volver a la sala, con una sonrisa explicó a Arturo que era su esposo y sus tres hijos, que venían del parque y habían olvidado la llave. Siempre recibe visitas él, explicó, y yo tengo que atenderlas y ocuparme de los niños al mismo tiempo. Esta vez, le pedí que se hiciera cargo de los niños, para poder compartir con ustedes, comentó.
Un rato después miraron la hora, advirtieron que era tarde, las ocho y media de la noche, instancia que Arturo aprovechó para anunciar que tenía que estar a las nueve en otra parte. Irene dijo: -Te vas a ir sin probar la tarta- Arturo contestó: -No te preocupes, es tarde y me esperan a cenar-.

Con esa mentira blanca, Arturo escapó de allí, llevándose sus sentimientos y fantasías, intentando convencerse de que sólo eran producto de la tristeza y la soledad.


24 noviembre, 2005

SUERTE

Se acuerdan de mí, preguntó el policía…
En los siguientes interminables diez segundos, Santiago vio pasar toda la película por su memoria. Había sido por lo menos un mes antes, los cuatro amigos, en el vistoso Volkswagen Beetle, de vuelta de comprar marihuana, él, Paula, Sebastián y “el gringo”, seudónimo con el que se referían a Roberto, aunque de descendencia árabe, porque había vivido varios años en Estados Unidos.
De pronto, unos metros adelante un control policíaco. A ver jóvenes, sus credenciales, los papeles del auto. Entregaron los documentos, todo estaba en regla. El policía argumentó: -vienen volados- No, cómo se le ocurre, dijo uno de ellos. Por los ojos rojos, dijo el policía, bajen, agregó. Bajaron del auto e inmediatamente los obligó a vaciar sus bolsillos. Sólo llaves y uno que otro papel inútil. El policía que intuía el porte y consumo se sintió molesto, procedió a revisar el automóvil sin encontrar la marihuana.
Cada vez más molesto, fue al vehículo policial y llamó por radio solicitando la presencia de una mujer policía para que registrara a Paula. No tardó en llegar el otro carro, de él se bajó una hermosa joven, cuyos ojos verdes sobresalían con el uniforme.
Llevó a Paula al vehículo en que venía y se dispuso a registrarla, intención que se vio frenada por el ataque de llanto de la adolescente. La joven policía intentó contenerla, mientras Paula entre sollozos decía: mi padre me va a castigar. La joven policía dijo: -No te voy a registrar, pero no lo cuentes a nadie. Luego se bajaron del Automóvil policial y la mujer policía dijo: -Está limpia-
Felices y con la sensación de haber vivido una gran aventura, los cuatro jóvenes siguieron su camino, llegaron a casa de Pablo, Paula metió su mano bajo el sostén, sacó el paquete y se repartieron la marihuana, fabricaron un cigarrillo y lo fumaron riendo.

En esta ocasión andaban solos, “el gringo” había pedido a Santiago que lo acompañara a su casa, un sector absolutamente distinto al de la aventura, a buscar un libro. Salieron del colegio en el Beetle amarillo, en el camino, el gringo sacó un paquete de marihuana e hizo un cigarrillo, que rapidamente consumieron. En la mitad del camino de vuelta al colegio, en un semáforo, se acercó un policía, para ellos, cualquier policía, hasta que preguntó: -Se acuerdan de mí-

Dos ideas quedaron dando vuelta en la cabeza de Santiago, una, la memoria del policía, la segunda, ni él ni su amigo usaban sostén.


18 noviembre, 2005

EL VOCERO

El otro día me tocó cubrir el paro portuario, quiero decir de los trabajadores portuarios, que reclamaban por reivindicaciones laborales y por las medidas de seguridad que ofrecía la gobernación marítima. Si bien mi celo profesional me impidió rechazar la nota, en el canal todos saben que me gusta hacer notas de espectáculos. No estoy diciendo que me guste la farándula, que a decir verdad no me gusta, detesto hacer notas o reportajes con la vida privada de las personas, lo que me gusta es dar cuenta de los espectáculos artísticos que se presentan en mi ciudad. De pequeña jugaba con mis primos a las noticias, en los largos veraneos en la playa, a esa hora en que no nos permitían bajar a la orilla del mar, -porque el sol es muy fuerte, porque están recién almorzados, o sencillamente, porque a esa hora no baja nadie-, argumentos no le faltaban a mi madre. Mi primo Esteban era el conductor del noticiero, mi hermano hacía los comentarios deportivos, mi prima Isabel, el informe del tiempo. Yo esperaba paciente aunque interiormente excitada, el gran momento, cuando mi primo anunciaba: A continuación la sección de espectáculos. Me esforzaba por entregar noticias que impactaran, recuerdo que en una ocasión junté en un concierto a los Beatles con Elvis Presley.
Mi padre quería que yo estudiara Odontología como mi tía Carla, para que nunca me faltara trabajo, ya que según mi tía, el ser humano nunca lograría prescindir de un tratamiento dental. Extrapolado a los negocios, decía, es como tener una botillería o una farmacia.
Bueno, ya me estaba desviando del tema, se imaginan una odontóloga tan habladora, no me aguantarían los pacientes. Decía que estaba en el puerto, frente a una multitud de trabajadores, acompañada del productor y un camarógrafo, intentando captar una buena toma de la situación de alboroto que allí había. De pronto el coordinador general se subió a un improvisado estrado y arengó a los trabajadores a marchar por las calles del puerto, llamando a la no violencia activa, sin perder la firmeza en la posición del sindicato. Detrás de él había un par de hombres, uno de los cuales llamó poderosamente mi atención, era joven, alto, fornido, cabello trigueño que le llegaba a los hombros, debo confesar que el cabello, un poco largo en los hombres, los hacer ver a mis ojos un tanto “salvajes”, algo así como naturales, no se muy bien como explicarlo, sin embargo todos mis novios han llevado el cabello así. Cuando nos acercamos o más bien nos permitieron acercarnos, junto con los equipos de los noticieros de otros canales, mi sorpresa fue grande al ver que el vocero del sindicato era mi “elegido”. De cerca era más alto que al verlo sobre el estrado, llevaba unos jeans ajustados, que daban cuenta de una hermosa figura, fuertes muslos y... ustedes ya saben. Sus ojos eran de color verde claro y contrastaban con su piel dorada, sus pies, bueno sus mocasines eran grandes, como del cuarenta y cuatro o cuarenta y cinco; ya saben lo que se dice del tamaño de los pies de un hombre. En resumidas cuentas el vocero era guapísimo y yo estaba decidida a que se fijara en mí. Afortunadamente el resto de los enviados de los canales eran hombres, de modo que no tendría competencia.
-¿Cree que el paro va a tener efecto en las autoridades?- Pregunté. Él respondió: Si, aunque no lo tuviese, es orden de la asamblea. Sentí en ese momento que me sonrojaba cuando clavó sus ojos en mi escote, me armé de valor y junté los hombros atrás para destacar mis pechos. Volví a preguntar, esta vez acerca de la duración del paro. Él sin dejar de mirarme con sus brillantes ojos dijo: - Esperamos que “haiga” una solución para mañana, de no ser así, votaremos la huelga indefinida-
Le di las gracias, cerré el despacho, me di media vuelta y sin articular palabra me alejé.

De haber sido odontóloga, lo habría atendido feliz, porque mientras trabajaba en su boca, no habría podido hablar.


15 noviembre, 2005

METASUEÑO


La otra noche tuve un sueño, en él era clarividente, veía el futuro en sueños, premoniciones que me permitían evitar tragedias y conflictos.

En mi sueño tuve varios sueños, el primero me mostraba un accidente ferroviario. Por error de un operador fallecían ciento ochenta y nueve personas en una colisión frontal. Me levanté temprano, partí a la Dirección de Ferrocarriles, ubiqué al operador, a su supervisor y después de varias conversaciones, impedí el accidente. Por supuesto ante los demás, quedé como un loco, porque al impedirlo, el accidente sólo existió en mi sueño.

El segundo sueño me reveló el derramamiento de petróleo por el encallamiento de un barco de carga. En este caso, intenté por todos los medios contactarme con las autoridades portuarias de la zona sin conseguirlo y no pude evitar el daño ecológico.

En un tercer sueño, el hijo de mi vecino, era mordido por un feroz perro Rottweiler, al bajar del furgón escolar. Esta vez fue más fácil, con una vara espanté al animal, mientras el niño entraba a su casa.

Otro sueño que soñé que soñaba, me mostraba la infidelidad de mi esposa con mi mejor amigo. A la hora de almuerzo, los veía entrar a un motel, los seguía, abría la puerta de la cabaña de un empujón y los sorprendía...
En este caso, al despertar, invité a mi esposa a almorzar, me contestó que lo haría con una amiga. Ese día almorcé en el casino de mi trabajo.

El último sueño, la última premonición también escapó a mi acción, allí yo escribía un cuento, en el que soñaba que tenía sueños premonitorios, tú lo leías y te enojabas, porque pensabas que me burlaba de ti. Aunque intentaba convencerte de mis buenas intenciones, te alejabas insultándome. Al despertar, una parte de mí decía: -Escribe un cuento-, otra parte aconsejaba: -No lo hagas-

Entonces desperté.