EL VOCERO
El otro día me tocó cubrir el paro portuario, quiero decir de los trabajadores portuarios, que reclamaban por reivindicaciones laborales y por las medidas de seguridad que ofrecía la gobernación marítima. Si bien mi celo profesional me impidió rechazar la nota, en el canal todos saben que me gusta hacer notas de espectáculos. No estoy diciendo que me guste la farándula, que a decir verdad no me gusta, detesto hacer notas o reportajes con la vida privada de las personas, lo que me gusta es dar cuenta de los espectáculos artísticos que se presentan en mi ciudad. De pequeña jugaba con mis primos a las noticias, en los largos veraneos en la playa, a esa hora en que no nos permitían bajar a la orilla del mar, -porque el sol es muy fuerte, porque están recién almorzados, o sencillamente, porque a esa hora no baja nadie-, argumentos no le faltaban a mi madre. Mi primo Esteban era el conductor del noticiero, mi hermano hacía los comentarios deportivos, mi prima Isabel, el informe del tiempo. Yo esperaba paciente aunque interiormente excitada, el gran momento, cuando mi primo anunciaba: A continuación la sección de espectáculos. Me esforzaba por entregar noticias que impactaran, recuerdo que en una ocasión junté en un concierto a los Beatles con Elvis Presley.
Mi padre quería que yo estudiara Odontología como mi tía Carla, para que nunca me faltara trabajo, ya que según mi tía, el ser humano nunca lograría prescindir de un tratamiento dental. Extrapolado a los negocios, decía, es como tener una botillería o una farmacia.
Bueno, ya me estaba desviando del tema, se imaginan una odontóloga tan habladora, no me aguantarían los pacientes. Decía que estaba en el puerto, frente a una multitud de trabajadores, acompañada del productor y un camarógrafo, intentando captar una buena toma de la situación de alboroto que allí había. De pronto el coordinador general se subió a un improvisado estrado y arengó a los trabajadores a marchar por las calles del puerto, llamando a la no violencia activa, sin perder la firmeza en la posición del sindicato. Detrás de él había un par de hombres, uno de los cuales llamó poderosamente mi atención, era joven, alto, fornido, cabello trigueño que le llegaba a los hombros, debo confesar que el cabello, un poco largo en los hombres, los hacer ver a mis ojos un tanto “salvajes”, algo así como naturales, no se muy bien como explicarlo, sin embargo todos mis novios han llevado el cabello así. Cuando nos acercamos o más bien nos permitieron acercarnos, junto con los equipos de los noticieros de otros canales, mi sorpresa fue grande al ver que el vocero del sindicato era mi “elegido”. De cerca era más alto que al verlo sobre el estrado, llevaba unos jeans ajustados, que daban cuenta de una hermosa figura, fuertes muslos y... ustedes ya saben. Sus ojos eran de color verde claro y contrastaban con su piel dorada, sus pies, bueno sus mocasines eran grandes, como del cuarenta y cuatro o cuarenta y cinco; ya saben lo que se dice del tamaño de los pies de un hombre. En resumidas cuentas el vocero era guapísimo y yo estaba decidida a que se fijara en mí. Afortunadamente el resto de los enviados de los canales eran hombres, de modo que no tendría competencia.
-¿Cree que el paro va a tener efecto en las autoridades?- Pregunté. Él respondió: Si, aunque no lo tuviese, es orden de la asamblea. Sentí en ese momento que me sonrojaba cuando clavó sus ojos en mi escote, me armé de valor y junté los hombros atrás para destacar mis pechos. Volví a preguntar, esta vez acerca de la duración del paro. Él sin dejar de mirarme con sus brillantes ojos dijo: - Esperamos que “haiga” una solución para mañana, de no ser así, votaremos la huelga indefinida-
Le di las gracias, cerré el despacho, me di media vuelta y sin articular palabra me alejé.
De haber sido odontóloga, lo habría atendido feliz, porque mientras trabajaba en su boca, no habría podido hablar.
Mi padre quería que yo estudiara Odontología como mi tía Carla, para que nunca me faltara trabajo, ya que según mi tía, el ser humano nunca lograría prescindir de un tratamiento dental. Extrapolado a los negocios, decía, es como tener una botillería o una farmacia.
Bueno, ya me estaba desviando del tema, se imaginan una odontóloga tan habladora, no me aguantarían los pacientes. Decía que estaba en el puerto, frente a una multitud de trabajadores, acompañada del productor y un camarógrafo, intentando captar una buena toma de la situación de alboroto que allí había. De pronto el coordinador general se subió a un improvisado estrado y arengó a los trabajadores a marchar por las calles del puerto, llamando a la no violencia activa, sin perder la firmeza en la posición del sindicato. Detrás de él había un par de hombres, uno de los cuales llamó poderosamente mi atención, era joven, alto, fornido, cabello trigueño que le llegaba a los hombros, debo confesar que el cabello, un poco largo en los hombres, los hacer ver a mis ojos un tanto “salvajes”, algo así como naturales, no se muy bien como explicarlo, sin embargo todos mis novios han llevado el cabello así. Cuando nos acercamos o más bien nos permitieron acercarnos, junto con los equipos de los noticieros de otros canales, mi sorpresa fue grande al ver que el vocero del sindicato era mi “elegido”. De cerca era más alto que al verlo sobre el estrado, llevaba unos jeans ajustados, que daban cuenta de una hermosa figura, fuertes muslos y... ustedes ya saben. Sus ojos eran de color verde claro y contrastaban con su piel dorada, sus pies, bueno sus mocasines eran grandes, como del cuarenta y cuatro o cuarenta y cinco; ya saben lo que se dice del tamaño de los pies de un hombre. En resumidas cuentas el vocero era guapísimo y yo estaba decidida a que se fijara en mí. Afortunadamente el resto de los enviados de los canales eran hombres, de modo que no tendría competencia.
-¿Cree que el paro va a tener efecto en las autoridades?- Pregunté. Él respondió: Si, aunque no lo tuviese, es orden de la asamblea. Sentí en ese momento que me sonrojaba cuando clavó sus ojos en mi escote, me armé de valor y junté los hombros atrás para destacar mis pechos. Volví a preguntar, esta vez acerca de la duración del paro. Él sin dejar de mirarme con sus brillantes ojos dijo: - Esperamos que “haiga” una solución para mañana, de no ser así, votaremos la huelga indefinida-
Le di las gracias, cerré el despacho, me di media vuelta y sin articular palabra me alejé.
De haber sido odontóloga, lo habría atendido feliz, porque mientras trabajaba en su boca, no habría podido hablar.
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