INVITACIÓN
Después de varias vueltas logró dar con la dirección, ella lo había invitado a conocer su nueva casa. Era una casa grande, luminosa, ubicada en una calle interior bastante tranquila. Al llegar, ella lo recibió con un gran abrazo, que produjo un cosquilleo en el alma de Arturo. Pasaron a una sala, donde esperaba una amiga común y se enfrascaron en una conversación algo más que entretenida. A menudo Irene se levantaba de su asiento a buscar refrescos y bocadillos, por lo que tarde o temprano Arturo reparó en lo bella que estaba. Trató de no ser evidente, pero le resultaba difícil mantener la mirada sólo en su hermoso rostro, sin desviarla a su escote. En un momento de la charla, comentaban sobre los modelos de belleza impuestos por la sociedad, y cómo estos obligan a las mujeres a hacer sacrificios en la dieta, junto con realizar ejercicio físico con esa única motivación.
A propósito, Irene comentó que el día anterior había acudido a un establecimiento comercial con ropa amplia y sin maquillaje, pasando desapercibida por los que allí atendían, a diferencia de hoy, dijo, que fui vestida así y no dejaron de mirarme el escote. Arturo aprovechó de mirar su escote esta vez sin pudor y apenas pudo ocultar la sensación que le produjo en el cuerpo, en el alma, en todos los sentidos y sólo atinó a comentar: -Los hombres piensan que una mujer enseña una parte de su cuerpo para que todos la miren, sin entender que lo hace para que la mire sólo un hombre, uno en especial- Mientras lo decía, internamente deseaba ser él el hombre para el cual Irene usaba escote ese día.
Mientras conversaban, Arturo la miró varias veces a los ojos y creyó encontrarse con los suyos, deseó acariciarla, estrecharla en sus brazos y decirle palabras amorosas, elevarla por los aires y como en un sueño, llevarla volando lejos, muy lejos…
Sus pensamientos lo turbaron, por momentos le pareció que ella sentía lo mismo y luego, renegó de su imaginación.
Cuando estaba en lo más profundo de sus cavilaciones sonó el timbre de la casa, Irene fue a abrir y al volver a la sala, con una sonrisa explicó a Arturo que era su esposo y sus tres hijos, que venían del parque y habían olvidado la llave. Siempre recibe visitas él, explicó, y yo tengo que atenderlas y ocuparme de los niños al mismo tiempo. Esta vez, le pedí que se hiciera cargo de los niños, para poder compartir con ustedes, comentó.
Un rato después miraron la hora, advirtieron que era tarde, las ocho y media de la noche, instancia que Arturo aprovechó para anunciar que tenía que estar a las nueve en otra parte. Irene dijo: -Te vas a ir sin probar la tarta- Arturo contestó: -No te preocupes, es tarde y me esperan a cenar-.
Con esa mentira blanca, Arturo escapó de allí, llevándose sus sentimientos y fantasías, intentando convencerse de que sólo eran producto de la tristeza y la soledad.
1 Comments:
Hay cosas inevitablemente hermosas, aveces aparecen en una mirada o en un pensamiento, en una blanca mentira o en un dulce ensoñar...
Seguire de paseo por estos rincones de palabras. Gracias
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