EL ANCIANO
La mujer empujaba la silla de ruedas con indiferencia, su rostro joven parecía no corresponder al grueso cuerpo, casi obeso, más ancho a causa del traje de enfermera. El anciano iba acurrucado, con los ojos cerrados, evidenciando un hilo de vida, que se escapaba en cada respiro. En su agonía, el viejo rumia un odio por su suerte perra, culpa a los demás de su deterioro, de su vejez invalidante.
“Fumar es un placer, genial, sensual…”
Malditos, me engañaron…
Ahora me salen con eso de que el tabaco produce cáncer…
En la primera vuelta al pequeño parque, con dificultad saca un paquete de cigarrillos, extrae uno y lo deja caer sutil y disimuladamente.
Le pide a la enfermera que se detengan allí.
Con morbosidad el anciano espera.
A lo lejos se divisa un hombre joven trotando, al llegar al lugar, arrastra el pie, destruye el cigarrillo y sigue su trote. El viejo murmura con rabia: -Maldito entrometido-
Le pide hoscamente a la enfermera que vuelvan a casa.
Al día siguiente, el paseo es a la misma hora. El anciano vuelve a sacar un cigarrillo y lo deja caer. Con la complicidad de la enfermera se queda mirando de cerca. Se acerca un muchacho, recoge el cigarrillo, sonríe por su buena suerte, lo enciende y lo disfruta.
El viejo sonríe mientras piensa: -Envenénate tú también-
¡Vamos! Dice a la enfermera, - mañana volvemos-
“Fumar es un placer, genial, sensual…”
Malditos, me engañaron…
Ahora me salen con eso de que el tabaco produce cáncer…
En la primera vuelta al pequeño parque, con dificultad saca un paquete de cigarrillos, extrae uno y lo deja caer sutil y disimuladamente.
Le pide a la enfermera que se detengan allí.
Con morbosidad el anciano espera.
A lo lejos se divisa un hombre joven trotando, al llegar al lugar, arrastra el pie, destruye el cigarrillo y sigue su trote. El viejo murmura con rabia: -Maldito entrometido-
Le pide hoscamente a la enfermera que vuelvan a casa.
Al día siguiente, el paseo es a la misma hora. El anciano vuelve a sacar un cigarrillo y lo deja caer. Con la complicidad de la enfermera se queda mirando de cerca. Se acerca un muchacho, recoge el cigarrillo, sonríe por su buena suerte, lo enciende y lo disfruta.
El viejo sonríe mientras piensa: -Envenénate tú también-
¡Vamos! Dice a la enfermera, - mañana volvemos-
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