FANTASMA
Lo último que supo fue el sonido de unos frenos, que como un rechinar de dientes quedaron resonando en su memoria. En ese momento cesaron los olores, fue lo primero que extrañó.
Se levantó con más energía que la experimentada en toda su vida, miró a su alrededor y vio al gentío, una multitud congregada a ver el espectáculo de fierros retorcidos y líquidos derramados. Entonces se vio allí, atrapado dentro de su automóvil. No tuvo miedo ni sorpresa, sólo el recuerdo de su último compromiso de ese día, llegar a ver a su amada, que lo esperaba en un Café.
Usó un nuevo medio de transporte, el pensamiento, instantáneo, sin atochamientos de tránsito ni semáforos, lo sintió como una gran ventaja.
Ella estaba allí, bebiendo soda y esperando.
Cogió una silla y se sentó a su lado, tomó su mano, aunque advirtió que ella no podía verlo ni sentirlo. Un garzón se acercó a la mesa y preguntó a la mujer: ¿Va a ordenar?
Ella dijo: Esperaré un poco más.
Él la miro, lo invadió una gran ternura, pensó en decirle cuanto la amaba (Siempre le había costado expresar sus sentimientos y ella se lo reprochaba), se acercó, besó sus labios, deslizó la mano por su cabello.
En ese momento sonó el teléfono móvil de la mujer, luego un grito, el llanto, las lágrimas.
Él permaneció con ella, fue a su propio funeral, la acompañó de vuelta al departamento que ella soñó compartir con él y allí se quedó.
Modificó su conducta, a diario le expresaba su amor, se duchaba con ella, le hacía masajes, se acostaba a su lado y permanecía toda la noche abrazándola, no volvió a darle la espalda.
Se podría decir que en su nueva vida era más feliz que en la anterior, lo único que extrañaba era ese dulce aroma a violetas que desprendía el cuerpo de su amada.
Se levantó con más energía que la experimentada en toda su vida, miró a su alrededor y vio al gentío, una multitud congregada a ver el espectáculo de fierros retorcidos y líquidos derramados. Entonces se vio allí, atrapado dentro de su automóvil. No tuvo miedo ni sorpresa, sólo el recuerdo de su último compromiso de ese día, llegar a ver a su amada, que lo esperaba en un Café.
Usó un nuevo medio de transporte, el pensamiento, instantáneo, sin atochamientos de tránsito ni semáforos, lo sintió como una gran ventaja.
Ella estaba allí, bebiendo soda y esperando.
Cogió una silla y se sentó a su lado, tomó su mano, aunque advirtió que ella no podía verlo ni sentirlo. Un garzón se acercó a la mesa y preguntó a la mujer: ¿Va a ordenar?
Ella dijo: Esperaré un poco más.
Él la miro, lo invadió una gran ternura, pensó en decirle cuanto la amaba (Siempre le había costado expresar sus sentimientos y ella se lo reprochaba), se acercó, besó sus labios, deslizó la mano por su cabello.
En ese momento sonó el teléfono móvil de la mujer, luego un grito, el llanto, las lágrimas.
Él permaneció con ella, fue a su propio funeral, la acompañó de vuelta al departamento que ella soñó compartir con él y allí se quedó.
Modificó su conducta, a diario le expresaba su amor, se duchaba con ella, le hacía masajes, se acostaba a su lado y permanecía toda la noche abrazándola, no volvió a darle la espalda.
Se podría decir que en su nueva vida era más feliz que en la anterior, lo único que extrañaba era ese dulce aroma a violetas que desprendía el cuerpo de su amada.
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