BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

24 febrero, 2006

CARTA DE EVA III

Recordado Ricardo:

Ahora que ha pasado tanto tiempo, me animo a escribirte, sin rencor, sin resentimientos, sólo con la convicción de que al leer esta carta me estarás añorando.
Nunca comprendiste mi respuesta, una respuesta que nacía del cansancio, la incertidumbre, la rutina y la soledad.
Recuerdo esa noche como si fuese ayer, querías hacer el amor, me acariciaste el cabello, los muslos y me besaste, yo no te respondí el beso, entonces, sólo entonces, percibiste “que algo no andaba bien”.

Y cómo no, si era yo la que me quedaba día tras día en casa, cocinando, cuidando a nuestros hijos, lavando, planchando, haciendo aseo. ¿Sabes lo difícil que es estar a cargo de una casa, y ver como se van deteriorando las cosas; así se fue deteriorando mi amor por ti, al punto de no desear levantarme en la mañana y de no desear que llegaras por la noche, insensible a lo que yo sentía, sintiéndote el protagonista absoluto de una historia, en la cual los hijos y yo éramos los personajes secundarios, necesarios para que siguieras adelante.

Sólo en ese momento advertiste una falla en el sistema, ese egoísta sistema, y preguntaste con voz de galán enamorado (creo que estabas enamorado de mí todavía),
-¿Qué te sucede mi amor?-
Y yo la tonta, que con la experiencia de hoy te contestaría:
-Estoy tan cansada- o quizás:
-Estoy tan preocupada por los frenillos de Martín-, o cualquier otra cosa con tal de salir del paso, te contesté:
-Creo que ya no te amo-
Cómo iba a imaginar que en tu idealismo adolescente mi respuesta causaría un desastre y nos llevaría a una “dolorosa” separación.
En una ocasión me contaste que esa misma noche te habrías ido de casa, de hecho, al día siguiente me preguntaste si quería que te fueras, argumentando que mi amor era lo más importante para ti.
Sin embargo, te amaba, aún te amo, por eso maldigo la noche en que te respondí desde mis sensaciones y poca experiencia.
Es lamentable que nunca pudieras superar mis palabras de aquella noche, y te envolviera la desolación y la desesperanza, que al poco tiempo te llevaron a canalizar tu dolor en una relación efímera con una mujer demasiado joven para ti.
Es cierto que mi reacción de hembra enfurecida la alejó de ti, es verdad que no me comporté muy dignamente, pero no podía ser de otro modo: aún te amaba.
Después las heridas hicieron el resto y nunca pudimos reparar el daño.

Hoy vivo con un buen hombre (debo reconocer que no lo amo), al que le tengo mucho cariño. Puedo decir con orgullo que para él soy una excelente compañera y amante. Por las noches, aunque esté agobiada, lo espero con mi mejor cara y apariencia sexi, y hago el amor aunque no sienta muchos deseos, y si es necesario, finjo un orgasmo. Él es feliz, y eso me hace feliz a mí.

Por nuestros hijos, siempre estoy sabiendo de ti, sigues solo después de tantos años.
Tu vida amorosa ha sido una secuencia de aventuras, en las que, con ese idealismo adolescente, buscas aún “el amor de tu vida”.
Sinceramente espero que algún día encuentres una mujer, lo suficientemente asertiva, que te entienda y te devuelva la confianza, que esa noche, a raíz de mi respuesta, perdiste. Aunque sea en los últimos años de tu vida, una compañera en algún hogar de ancianos, época en la que seguramente ya vas a haber madurado.