LA CASA

Ese día se demoró más que ningún otro, dejó el lavado para el final, no aprovechó el sol para que la ropa se fuese secando, aprovechó de cambiar sábanas a todas las camas, la del matrimonio, la de los niños, y terminada esa labor, empezó a planchar.
A eso de las cuatro treinta de la tarde sonó el teléfono, atendió ella, en la cocina, una enorme estancia con comedor de diario y sala de planchado, el teléfono se ubicaba en un sistema de repisas de distintas dimensiones, compartiendo el espacio con un equipo de música y un televisor. Era su esposo.
- María, son más de las cuatro- dijo el hombre
-Verdad, se me pasó la hora- dijo ella, voy para allá, agregó y colgó.
Se dirigió hasta el escritorio donde la dueña de casa terminaba unos trabajos para el otro día.
-Señora- dijo, vendré mañana, porque cambié sábanas y no alcancé a lavar las que saqué.
-María,- dijo la dueña de casa, sabes que no te puedo pagar un día extra.
-No importa- dijo la mujer, tomó sus cosas, se despidió de su patrona, de los niños y se fue.
Caminó hasta el paradero de buses, abrió el monedero, le alcanzaba para el pasaje de vuelta a casa y para llegar a trabajar al día siguiente. Su patrona gustosa le daría el dinero para locomoción.
Al llegar a casa, su esposo la esperaba en la puerta, un tanto molesto.
-Qué te pasó que llegaste tan tarde- preguntó el hombre.
Ella, mirando el suelo dijo: -estoy tan lenta, creo que me estoy poniendo vieja, además debo volver mañana a lavar las sábanas, porque no alcancé-
-Te explotan en esa casa- dijo el esposo.
¿Acaso te pagarán el día?
-Por supuesto- dijo la mujer, sin dejar de mirar el suelo.
El hombre algo dijo, respecto a que no le creía, entraron a la pequeña rancha, María entró a la oscura cocina y con desagrado empezó a preparar la comida, en una olla vieja, un tanto abollada y tiznada.
-Podrías haber empezado tú a cocinar- le dijo al esposo
-Cocina callada- le gritó él.
A María no le importó, mañana volvería a la casa, esa hermosa casa en la que le gustaba estar, después de todo, trabajaba lo mismo que en su casa, la trataban bien y además le pagaban.
1 Comments:
Trabajo; válvula de escape, descanso de otras horas peores.
Lo que todos anhelamos es que aquello que hacemos nos sea reconocido y bastan unas palabras amables para ello. ¿Por qué nos cuesta tanto decirlas?
Un abrazo
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