Al anochecer, Pablo camina y recuerda como conoció a María. Había dejado de llover y la ciudad tenía un olor a pavimento mojado que le traía recuerdos..Se sentía solo en Concepción, lejos de la Capital, sin su familia ni amigos. Vivir en una pensión, fría y húmeda no mejoraba las cosas, por eso decidió salir hacia el centro de la ciudad.
De pronto se encontró en la calle Orompello, en ese prostíbulo, y al ver a María, le conmovieron sus ojos tristes y su sonrisa franca.
Ella lo llevó a su habitación y después de cobrar su tarifa, empezó a desvestirse. Pablo le pide que se detenga, que sólo quiere conversar.
María no entiende que hace un joven universitario, alto rubio , de bellos rasgos, poseedor de un cuerpo atlético y una gracia natural en sus movimientos y en su voz, buscando una prostituta.
Pablo le explica que se siente solo, que añora su vida santiaguina, que no conoce a nadie en esa ciudad, con la excepción de un compañero de universidad, al que ha seguido hasta una lúgubre pensión, para no estar solo.
María se conmueve, descubre que dentro de ese magnífico ejemplar, habita un ser delicado y frágil, un ser espiritual con gran amabilidad y poco acostumbrado a la crudeza de la vida.
Ella sintoniza con el momento y saca a relucir sus penas, le cuenta por qué se dedica a la prostitución, le muestra fotografías de su hijo, que vive con la abuela, en un pueblito retirado de la ciudad, al que sólo ve un lunes al mes, ocasión que aprovecha para llevarle regalos y dinero.
En un momento son dos almas hermanadas por la tristeza y la soledad.
Pablo confiesa sus sueños de irse lejos, a un país europeo, donde todos sean altos y rubio como él, para que nadie lo trate como bicho raro.
Pablo recuerda con gran pena, que días antes, viniendo en un pequeño y destartalado bus desde Talcahuano, en una parada, un hombre pequeño y muy moreno, al bajar gritó: - Los chilenos somos todos negros "conchetumadre".
María confiesa sus sueños de vivir en Santiago, educar a su hijo y tener un trabajo que merezca el respeto de éste.
Entre sueños y lágrimas compartidas se les va la noche, al amanecer se despiden con un abrazo fraterno.
Han pasado dos semanas desde aquel encuentro y después de varias postergaciones, ha decidido ir donde María. Piensa quer ella se alegrará mucho de verlo.
Es que tiene una complicidad, un vínculo, forjado en la trizteza mutua y en los secretos compartidos.
Llega al prostíbulo y pregunta por María. ¿Está ocupada la María? grita hacia adentro en voz alta, el hombre de la recepción. ¡No! cotesta una voz femenina.
Después de un rato aparece María, Pablo la ve acercarse y recién repara en su belleza, es una prostituta joven y de bello cuerpo, pechos redondos y firmes, hermosas pantorrillas, cabello negro, brillante.
Ella lo ve y sonríe, lo toma de la mano y lo conduce a su habitación. Una vez allí, pablo se acerca y la abraza, María retrocede, al tiempo que dice: -Págame primero-
No tengo dinero esta vez dice Pablo.
María se molesta, con frialdad argumenta que si no hay dinero no hay encuentro, que se vaya, de lo contrario llamará a un hombre para que lo saque de allí.
Pablo calla, a los gritos, un hombre golpea la puerta y pregunta:- ¿Hay problemas?- María responde que no, pero que acompañe al jovencito hasta la puerta.
Llevado del brazo, Pablo sale y se aleja del prostíbulo, camina por las calles como un sonámbulo. Deja atrás el centro de la ciudad y enfila por Castellón. Empieza a lloviznar, lluvia y lágrimas se confunden en su rostro.