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Abrió la puerta de su casa y vio a Leonor parada allí, sonriendo, con un aire desafiante y amoroso a la vez.
-Hoy cumplo quince años- dijo, y vine a pasarlos contigo.
Mauricio dio un paso atrás, y con un gesto la hizo pasar. Cruzaron algunas palabras, un saludo de cumpleaños y en un momento se estaban besando.
Subieron la escala y llegaron al dormitorio que él compartía con su madre. Dos camas de plaza y media, antiguas, hermosas. Habían sido del matrimonio de sus padres, camas separadas gemelas, de un tiempo anterior a las camas de dos plazas.
Cuando murió su padre, le dejó su cama, y sólo cuando llegó su abuela a vivir con ellos, le cedió su dormitorio, para que tuviera privacidad. Desde ese día, compartía dormitorio con su madre.
La abuela era una mujer de ochenta y cinco años, con las huellas en su rostro de un pasado de hermosura, una mujer sin grandes prejuicios, a la que la vida había castigado con dureza, en lo emocional. Se había casado por la iglesia, había tenido seis hijos, a los años, el esposo la dejó por otra, con la que se casó por el civil, y le dejó todas sus pertenencias. Era una mujer bondadosa. Hoy estaba sorda y casi ciega.
Mauricio había conocido a Leonor en Valparaíso. Allí estudiaba Arquitectura, un día en que paseaba por la costanera, divisó a Javier, un compañero de pensión. Venía acompañado de dos muchachas, al llegar se las presentó: -Hola, mi prometida, Pilar y su hermana Leonor, vinieron a visitarme desde Santiago.
Pasearon, bebieron unas cervezas, y llegada la medianoche, intentaron entrarlas de contrabando a la pensión. Una vez en el dormitorio que compartían, empezaron a conversar en voz baja. Poco a poco fueron subiendo el volumen sin darse cuenta, hasta que llegó el dueño de la pensión enfurecido.
–¿Creen que éste es un hotel parejero?, mierdas…
Las circunstancias los obligaron a amanecerse deambulando por el puerto. En el curso de la noche, Mauricio sintió varias veces la mirada de Pilar, se incomodó por su amigo, y se refugió en la compañía de la hermana menor.
Meses después, ya terminado al año universitario, estando en Santiago, Leonor llamó, avisándole que venía.
Se tendieron en la cama, se besaron apasionadamente, Leonor era una joven muy hermosa y fogosa. La mano de Mauricio buscó el muslo de Leonor, con timidez, pensando en lo joven que era, sin embargo Leonor lo alentó, al bajarle el cierre del pantalón. Había perdido la virginidad un año antes, con un novio.
Hicieron el amor largo rato, él recorrió con su boca el cuerpo de Leonor, ella lo besó, lo acarició y terminó rasguñándole la espaldad de pasión.
En medio de aquello, apareció la abuela diciendo: -¿Está la Nena, mijito?- No Minita, salió, contestó Mauricio. La abuela se fue a su dormitorio. Ellos se levantaron y salieron.
Me viene a buscar mi hermana Pilar, dijo Leonor.
Unos diez minutos después apareció Pilar, venía vestida muy llamativa, una mini falda roja y un peto negro, destacando su hermosa figura. Se saludaron, y Mauricio se ofreció a acompañarlas al paradero de buses.
Caminaron, conversaron y de pronto Pilar dijo: Te invito a una fiesta esta noche, en casa de unos amigos.
Bueno, vamos, dijo Mauricio, ¿vamos Leonor? ¡No! Dijo Pilar, a ella no la dejan, es menor de edad. Mauricio miró a Leonor, quien confirmo el hecho con un gesto.
Fueron a dejar a Leonor a casa y partieron a la fiesta. Allí bailaron, bebieron, conversaron de distintos temas, al llegar al tema de la belleza física y el desnudo, ella dijo:-No tengo el cuerpo de Valeria Maza, pero tengo un cuerpo, al tiempo que sacaba de la billetera una foto en que aparecía de cuerpo entero, desnuda. Mauricio experimentó una gran excitación, puso su mano en el muslo de Pilar y se inclinó para besarla. Pilar respondió el beso, lo tomó de la mano y lo condujo al baño. Allí se besaron, acariciaron, hasta que alguien tocó la puerta, intentando usar el baño.
Esperaron que se fueran los invitados, y con la complicidad de la anfitriona, otra muchacha de dieciocho años, se quedaron en la sala.
A causa de la espera, Mauricio sintió una gran excitación. Pilar preguntó: -¿Hace cuánto no haces el amor?- Mauricio miró su reloj.
Pilar dijo: -No quiero saber-
Hicieron el amor hasta el amanecer en la alfombra.
Al salir, se despidieron con un beso en la mejilla y se separaron.
Mauricio caminó un par de cuadras antes de subirse a un bus que lo llevara a su casa.
Su cabeza daba vueltas, sentía una gran emoción, había sido un momento increíble, aunque tenía la certeza que a las hermanas no las volvería a ver.