BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

30 enero, 2006

PREPOSICIONES

Cuando una amiga me corrigió un escrito, lo primero que hizo fue explicarme que estéticamente debía suprimir los “peros”. La primera sensación ante cualquier sugerencia, especialmente si la experiencia escribiendo es corta, es rechazo a las críticas. aun así, al poco tiempo, su sugerencia comenzó a hacerme sentido, en principio por estética y luego, porque habitualmente después de un “pero” viene una retractación, como dicen los políticos, borrar con la manga lo que se escribe con la mano.
Por eso, paulatinamente los fui eliminando, y conforme desaparecían, mis textos se empezaron a poblar de “sin embargos”.
En un principio éstos fueron muy bienvenidos, no obstante, a medida que se multiplicaban, me empezaron a molestar, en parte por la cantidad y en parte por la longitud; aunque debo reconocer que la expresión "sin embargo" al contener la palabra embargo, me trae malos recuerdos, como la vez que llegó la fuerza policial a la casa de mi mejor amigo y se llevaron todos los muebles, incluyendo el televisor, el ordenador y la lavadora, además de una cámara fotográfica de mi propiedad, lo que me tuvo de cabezas en el juzgado intentando recuperarla.
Sin los “peros” ni los “sin embargos”, tuve que echar mano a los “aunque”, mas si debo ser honesto, debo decir que mis oraciones fueron perdiendo precisión, de modo que, fui experimentando con otras expresiones, como quien experimenta con muchas mujeres para saber si es buen amante. A propósito, siempre me han intrigado los hombres que lo hacen, a pesar de que en un artículo que leí tiempo atrás decía que se trata de inseguridad personal, y necesidad de confirmar su identidad masculina.

Así, a los “aunque”, los siguieron los “no obstante”, los “a pesar de”, los “en circunstancias que” y varias otras expresiones, que al igual que las muchas amantes, en el caso de los hombres inseguros, las fui usando, dejando de lado y olvidando. Debo reconocer que me costó recuperarlas, al igual que la cámara fotográfica en el juzgado, y que cada cierto tiempo, cuando las requiero, están allí, a mi disposición, a diferencia de las amantes, que una vez que las abandonas por otra, difícilmente te vuelven a aceptar.


29 enero, 2006

AUTO CUIDADO

Cuando Inés encontró un par de condones en la mesita de noche de su hijo menor, no supo que pensar, sus sentimientos se mezclaron, por una parte, le pareció que debía tener esa conversación con sus hijos, no postergarla más, y por otra parte, que su niño, de sólo quince años tuviera condones, la horrorizó.
Es que Inés vive hace nueve años, sola con sus tres hijos, Mauricio de veinte años, Esteban de dieciocho y Martín, el menor.
La preocupación de Inés, esta basada en el creciente número de infectados en el mundo con el virus de Sida, a veces piensa que esa conversación la tendría que haber hecho el padre de los niños, radicado en Australia, al que no ve hace años.
Respira profundo y se hace la promesa de conversar esta noche, a la hora de la comida, el tema con sus hijos.
A las veintiuna horas ya están los cuatro sentados a la mesa, disfrutando de un asado al horno con puré, plato típico de la cena de los viernes. Mientras Mauricio sirve una bebida gaseosa a su madre y hermanos, Martín relata el partido de fútbol que jugó esta tarde representando a su colegio. Esteban con un tono despectivo dice: -ustedes son pésimos, no saben jugar fútbol- Allí comienza una de las típicas discusiones de hermanos, que habitualmente terminan en disputas. La discusión lleva la cena por un cauce que Inés no previó, y le resulta imposible introducir el tema. Inés siente un poco de frustración y al mismo tiempo alivio, ya que cree no estar preparada para hablar este tema con sus hijos.
Decide conversarlo con cada uno por separado, después de todo, tienen edades tan diferentes, creo será lo mejor, se auto convence.
Terminada la cena intenta abordar a su hijo mayor, éste la abraza, le da un beso en la frente y dice: no te preocupes, hoy llego tarde, chao.
Piensa en aprovechar para hablar con Esteban, pero éste le dice: mamá, está por llegar mi amigo Matías con su novia, veremos una película en mi habitación.
Sólo me queda Martín, piensa Inés, va a su dormitorio, golpea la puerta, nadie contesta, silenciosamente abre y encuentra a Martín profundamente dormido, sin duda el partido de fútbol lo dejó agotado, piensa la madre, mientras una frustración la envuelve.
Definitivamente no sé como abordar el tema con los niños, esto debí haberlo conversado hace bastante tiempo con cada uno de ellos, especialmente con los mayores. Ojalá el padre estuviera aquí, se lamenta.
Al día siguiente, se ha atenuado el impulso inicial, y lo que ronda en la cabeza de Inés, más parece a frustración que iniciativa.
De pronto surge una idea, aprovechando que sus hijos no están, revisa los cajones de cada uno de ellos, los condones del cajón de Martín ya no están. Inés piensa que los debe haber usado el hermano mayor, o quizás el del medio. Bueno se dice a si misma, si así fue, quiere decir que están usando.
Eso le da una idea, de inmediato sale a comprar, al llegar a casa, abre la caja de condones y los reparte en distintos lugares de la casa, unos cuantos en el botiquín del baño, otros en una cajón del mueble que está en al sala, otros en la mesita de noche de cada uno de sus hijos.
Una semana más tarde, revisa y descubre que quedan pocos. Va, compra nuevamente, y vuelve a distribuirlos. Así, semana tras semana la misma situación.

Inés sabe que no tiene la comunicación que quisiera con sus hijos, sabe que cometió un error al no darse cuenta que han crecido, sin embargo tiene la satisfacción de haber acertado en este mudo diálogo sobre el auto cuidado.

28 enero, 2006

CADUCIDAD

Llegué a la puerta de la oficina de mi jefe, dispuesto a solicitarle un aumento de salario, conforme sentía estaba trabajando bien, aportando un poco más de lo que son mis responsabilidades.
Cada reunión de pauta, del departamento de noticias del canal de televisión en que trabajo, ha sido para mí un verdadero desafío, en ellas pongo todo mi espíritu creativo, aportando las mejores ideas, que han hecho de este departamento de noticias, uno de los más exitosos de la televisión de mi ciudad.
Hola, toma asiento, dijo él, te he hecho llamar para conversar sobre tu desempeño laboral, de los últimos doce meses. En ese momento pensé: Aquí viene la felicitación y probablemente el ascenso con el correspondiente aumento de salario.
Como te iba diciendo, debes saber, que como está el mundo hoy, me refiero a la caducidad, no sé si me entiendes, dijo, y prosiguió: con los bruscos cambios en las comunicaciones, la incorporación de nuevas tecnologías y el surgimiento de periodistas aficionados, que no se despegan la cámara fotográfica, publicando cada acontecimiento en sus blogs, el panorama se nos está complicando, lo que nos obliga a transformarnos cada día, ¿me sigues?
Hace un tiempo tuvimos que implementar la página Web; luego el blog, para que el público pudiera dejar sus comentarios y no sé que se nos viene, lo cierto es que debemos ir con el tiempo…
Allí detuvo el discurso, mientras él hablaba, yo pensaba en cómo introducir mi petición de aumento de salario, debo confesar que durante toda la conversación, quiero decir discurso, me había mantenido con mi atención dividida. Recuerdo que hace unos años, cuando llegué al canal, fui el primero en decir que necesitábamos una página Web, y luego en reunión de pauta, di la idea del blog, por eso, a esa altura, pensé tenía asegurado el aumento.
Entonces mi jefe prosiguió: creo sinceramente que necesitas reinventarte, necesitas cambiar tu discurso, de lo contrario…Allí se interrumpió bruscamente y preguntó: ¿Cuál es tu oferta? Debe haber visto mi cara de asombro, porque de inmediato cambió la pregunta: ¿Qué perdería el Canal si tú no estuvieras?
En ese momento, divisé como mi aumento se iba volando lejos, como golondrina en pleno invierno.
Bueno… yo… eh, creo que tiene razón, dije, necesito reinventarme. Estaba claro que el Director de prensa se había adjudicado cada una de las ideas que en estos años aporté, y que cualquier intento por aclarar la situación, significaría quedar sin trabajo.
Me puse de pie y con una sonrisa dije: Es un compromiso, en el curso de la semana presentaré un par de proyectos de innovación. Me di la vuelta y junto con mis aspiraciones de aumento, salí de la oficina.
Estoy dedicado de lleno a la creación de un programa que junte las noticias con el humor, después de todo, en los acontecimientos diarios, no falta por qué reírse. Además estoy amaestrando un loro para que lea el informe del tiempo.
Por otra parte, estoy tratando de inventar un cintillo con cámara de televisión y televisor en miniatura incorporado, ambos de bajo costo, al que pienso darle varias utilidades: La primera es grabar cada reunión de pauta, para dejar registrado lo que cada uno dijo o no dijo, la segunda, para que las personas puedan ver el noticiero en el cintillo del transeúnte que tenga al frente en el tren subterráneo y la tercera, para pasar avisos publicitarios y cobrar por el servicio. En una de esas, llega un chiquillo de dieciocho años, menos caduco, inventa no sé que y me deja sin trabajo, por lo menos puedo ganar dinero llevando publicidad en el cintillo, por las calles de mi ciudad.

LA NANA

Llevo más de doce años trabajando en la casa de un matrimonio relativamente joven (llegué de quince años), mi labor es el aseo, cocinar y cuando los niños estaban chicos, me dedicaba a cuidarlos. Cuando llegué a la casa, ellos tenían siete y nueve años. Hoy ambos asisten a la universidad y casi no los veo. Era difícil para mí explicarles algunas diferencias, especialmente en lo que al uso del lenguaje se refiere. Nana, me corregían (me han llamado nana desde que llegué hasta ahora que están grandes), no se dice “dispertar” se dice despertar, o ¿por qué dices lluviendo? Siempre me corregían, lo que en el fondo de mi corazón se los agradezco, aunque debo confesar que al principio me afectaba, porque lo sentía como una crítica, y terminaba llorando en mi habitación, lo que era peor, porque después los angelitos (así les he dicho siempre) me interrogaban porque me veían los ojos rojos. ¿Te sientes bien nanita? o ¿estuviste llorando nanita? Así que después de un tiempo de acomodo, aproveché cada una de sus intervenciones para ir corrigiendo mi manera de hablar. Es que en mi casa todos hablan así, mi padre, que es un trabajador de la construcción, mi madre, que al igual que yo, es empleada doméstica o asesora del hogar, como tan elegantemente se dice, mis hermanos, uno de ellos ayudante de mecánico y los otros dos, albañiles. Ninguno de nosotros terminó la educación media, no por falta de ganas, es que había que trabajar para poder mantener la casa, aunque mi hermano menor habría podido si hubiese querido.
El caso es que por más que he puesto empeño en mejorar mi forma de hablar, siempre ha resabios de la educación que recibí en la casa. Lo que quiero decir, es que por más que me esfuerce, mi extracción social se delata en mi lenguaje.
Lo milagroso para mí, empezó hace un año y medio; mis patrones, muy buenas personas, me hicieron una propuesta: Norma, (ese es mi nombre) ¿te gustaría estudiar, ahora que los niños están grandes, ahora que tienes tiempo? No lo pensé mucho, y en seis meses había rendido exámenes libres, terminado el colegio y matriculado en una universidad vespertina, en la carrera de Educación Parvularia. Allí volvieron mis dolores de cabeza, en sentido figurado por cierto, cuando una distinguida profesora, al terminar una clase, me dirigió la palabra: -Quédate un momento Norma, necesito hablar contigo-
Argumentó que si no modificaba mi forma de hablar, nunca iba a ser una educadora,
-Debes esforzarte en ello- dijo.
Difícil es explicar cuanto te has esforzado, a una persona que nació en una familia con alto nivel cultural. Le contesté que lo sabía, y que haría lo posible por mejorar.
Lo mismo me ha sucedido en el amor, es verdad que soy bella, pero eso no me ha servido para tener a mi lado a un hombre que no sea el repartidor de pan, o el jardinero. Hace un tiempo se me acercó un hombre joven, bastante apuesto, estudiante de Pedagogía en Ciencias Sociales, después que hablamos, no me volvió a dirigir la palabra, en realidad nunca más me saludó, creo que se avergonzó de haberme conocido.
Sin embargo todo cambió, a mi patrón, la empresa en que trabaja, una transnacional, lo envió como Gerente General a Costa Rica. Me costó decidirme a abandonar Chile, dejar a mi familia, (aunque trabajo “puertas adentro” o “cama adentro” como dicen en el norte de mi país) ya que cada jueves y fin de semana por medio, los visitaba.

Hace tres meses que estoy en este hermoso país, donde he seguido mi vida de estudiante vespertina, por cierto, con una gran diferencia, acá en San José, mi forma de hablar, no la atribuyen a mi baja clase social, acá piensan que hablo así porque soy chilena, además, cada vez tengo más acento costarricense.
Hace unas semanas conocí a un muchacho de la universidad, es hijo de profesionales, su madre es oftalmóloga y su padre psiquiatra. Se nota que le gusto mucho, me encuentra bonita, simpática e inteligente, le encanta mi forma de hablar, según el “cantadita”. La semana pasada me presentó a sus padres, ellos también me encontraron encantadora.

27 enero, 2006

OJO CON EL CAMBIO

Me encontré en pleno centro de la ciudad con un viejo conocido, de los tiempos de la adolescencia, Marco Urrutia, juntos asistíamos en los veranos a la Piscina Mund, cuando estaba en la comuna de Ñuñoa. A decir verdad, no lo reconocí, el paso del tiempo cambia a las personas.
Hola, no te acuerdas de mí, dijo
Hola, dije, con cara de asombro
Marco, dijo, Marco Urrutia
¡Hola¡ respondí, mientras intentaba encontrar su imagen en la zona de mi cerebro que almacena los recuerdos. De a poco fueron apareciendo las imágenes. Lo primero que surgió fue su nariz, recordé que su segundo apellido era Jadue, que le decían el turco y algo no me cuadró.
Estás distinto dije, tu nariz.
Sí, dijo, me la arreglé, es que el hermano de mi esposa es cirujano plástico, y casi no me cobró.
Que bien, dije, y cómo has estado, mientras decía esto, pensé en él, en los tiempos de la piscina, recordé lo delgado que era, su tórax estaba distinto…
Ya no estás tan flaco, dije, entrenas pesas o algo así, pregunté.
Algo hago dijo, pero la verdad es que me puse pectorales, el hermano de mi esposa, te conté…
Ah, si.
También te operaste los ojos, le pregunté en tono de broma, al ver el color azul donde antes había marrón.
No, dijo, son lentes de contacto.
Y cómo has estado, preguntó.
Trabajando, contesté sin salir de mi asombro.
Te casaste, preguntó.
Si, aunque estoy divorciado hace años, dije, ¿y tú?
Yo me he casado tres veces, mi última esposa es veinte años menor que yo, dijo.
Que bien, dije.
Bueno, un gusto verte, dijo
También para mí, contesté.
Al alejarse lo quedé mirando, lucía mucho más joven que yo, ambos andamos en los cincuenta años. Vestía atuendo de verano, shorts de marca, sandalias y una camisa de colores al estilo tropical.
Me sorprendió el grosor de sus pantorrillas, sobre todo sabiendo que son músculos que no se desarrollan fácilmente, creo que de haberle preguntado, la respuesta habría sido la misma, su cuñado.
Recordé que con Marco vivimos días muy entretenidos y significativos para nuestra vida posterior, o por lo menos para la mía. En la medida que fui haciendo recuerdos, me fui alegrando cada vez más de haberlo visto, aunque conforme pasan los días, no me queda claro si en realidad fue a él al que vi.


26 enero, 2006

KARAOKE

Iba en el bus, de vuelta a casa, hace unos días, cuando por la puerta trasera, con el beneplácito del conductor, se subió un joven, de unos veinte años, de escasos recursos, que aparentaba ser ciego, digo aparentaba, porque en un momento, en el paradero siguiente, otro joven que estaba en la acera, lo miró, le sonrió y el que estaba en el bus, le contestó la sonrisa con un aire de complicidad.
El caso es que el supuesto ciego portaba un pequeño equipo de música, de esos con forma ovalada, de unos treinta centímetros de largo, cuando más. Su rutina para conseguir la ayuda económica de los pasajeros, consistía en poner una música (Cumbia) y cantar, simulando el sistema Karaoke.
Más allá de la deplorable interpretación (era un tipo muy desafinado), me llamo la atención la letra de la canción, decía así:
“No te ofendas buen amigo, pero me gusta tu mujer, ella es tan bonita, el color de sus ojitos, como mueve la colita, quisiera besar su boquita”

La gente que iba en el bus, permaneció imperturbable; aunque debo reconocer que en Chile, la gente que va en un bus, siempre permanece imperturbable. Recuerdo haber asistido a un ataque de epilepsia, protagonizado por una señora de edad avanzada, y a excepción de la mujer que iba a su lado, que la asistió y del conductor, que desvió el bus un par de cuadras, con el fin de dejarla en un centro de primeros auxilios, el resto de los pasajeros permaneció inmutable. No es que el común de los chilenos no se interese por lo que le suceda a los demás, cosa que queda demostrada cada vez que se organiza una campaña solidaria o Teletón, sino más bien, se trata de una “cultura de bus”, que consiste en subirse y permanecer mirando el vacío, sin interactuar con los otros, sólo interactuando en el momento que alguien sube por la puerta trasera (cuando adelante está repleto) y manda hacia el conductor el dinero del pasaje, en ese momento, las manos parecen voces, dispuestas a saludar, convivir y todo eso, toman el dinero, se lo van pasando, como en una carrera de relevos, y lo mismo con el dinero del cambio y el boleto, hasta hacerlo llegar al destinatario, después la escena se vuelve a congelar. Eso me recuerda las palabras de una joven venezolana que conocí hace muchos años en la época de universidad, ella decía:
Acá, cuando te subes a un bus, todos van arrechos (enojados), el conductor va arrecho, los pasajeros van arrechos, en cambio en Venezuela, el conductor maneja al ritmo de su “salsita” y cuando tú subes te dice: ¿Cómo estás buena moza? Y tú le sonríes y le contestas “chévere”.

Volviendo al canto del “joven ciego”, me perturbó la desfachatez con que se expresaba el deseo por la mujer del prójimo en la canción, atentatorio si tomamos en cuenta que prójimo significa próximo, es decir, el que tienes a tu lado; así, cuando el “joven ciego” paso por “mi lado” sentí un gran alivio al no tener pareja (soy divorciado) y que cualquiera en el bus te esté diciendo en tu cara que desea a tu mujer por “como mueve la colita”.
Será que en las clases sociales más bajas, se permite ese tipo de expresiones, porque no me cabe duda que en las clases sociales más altas, también se desea a la mujer del prójimo, la diferencia es que no lo dicen, o por lo menos no al ritmo de una cumbia. Será que lo dicen al son de un jazz o una pieza de Vivaldi.
Lo claro es que las clases sociales más altas no andan en bus, y que estas expresiones terminarán cuando se implemente en su totalidad, el plan de la locomoción colectiva: Transantiago.


25 enero, 2006

FANTASMA

Lo último que supo fue el sonido de unos frenos, que como un rechinar de dientes quedaron resonando en su memoria. En ese momento cesaron los olores, fue lo primero que extrañó.
Se levantó con más energía que la experimentada en toda su vida, miró a su alrededor y vio al gentío, una multitud congregada a ver el espectáculo de fierros retorcidos y líquidos derramados. Entonces se vio allí, atrapado dentro de su automóvil. No tuvo miedo ni sorpresa, sólo el recuerdo de su último compromiso de ese día, llegar a ver a su amada, que lo esperaba en un Café.
Usó un nuevo medio de transporte, el pensamiento, instantáneo, sin atochamientos de tránsito ni semáforos, lo sintió como una gran ventaja.
Ella estaba allí, bebiendo soda y esperando.
Cogió una silla y se sentó a su lado, tomó su mano, aunque advirtió que ella no podía verlo ni sentirlo. Un garzón se acercó a la mesa y preguntó a la mujer: ¿Va a ordenar?
Ella dijo: Esperaré un poco más.
Él la miro, lo invadió una gran ternura, pensó en decirle cuanto la amaba (Siempre le había costado expresar sus sentimientos y ella se lo reprochaba), se acercó, besó sus labios, deslizó la mano por su cabello.

En ese momento sonó el teléfono móvil de la mujer, luego un grito, el llanto, las lágrimas.
Él permaneció con ella, fue a su propio funeral, la acompañó de vuelta al departamento que ella soñó compartir con él y allí se quedó.

Modificó su conducta, a diario le expresaba su amor, se duchaba con ella, le hacía masajes, se acostaba a su lado y permanecía toda la noche abrazándola, no volvió a darle la espalda.

Se podría decir que en su nueva vida era más feliz que en la anterior, lo único que extrañaba era ese dulce aroma a violetas que desprendía el cuerpo de su amada.

21 enero, 2006

AL CALOR DEL TROTE

Casi todos los sábados, con la excepción de los días de lluvia, disfruto trotando, en un pequeño parque cercano a mi casa. En estos días de verano, prefiero ir temprano, antes de que el calor se haga sentir.

Habitualmente doy seis vueltas, que según he calculado, corresponde a treinta minutos. Este sábado trotaba la primera vuelta y al pasar por un recodo, como provenientes de un encuentro social de la noche de viernes, divisé una pareja de jóvenes en un asiento, uno al lado del otro, separados por unos veinte centímetros. Él le tenía la mano sujeta, mientras ella escuchaba atentamente lo que él decía.

Al pasar frente a ellos en la segunda vuelta, ella estaba sentada de lado y tenía sus piernas sobre las de él, en una conversación bastante más íntima que en la vuelta anterior.
En mi tercera vuelta, ella estaba sentada sobre los muslos del joven, mientras se besaban tímida aunque apasionadamente.

Al pasar nuevamente por allí, a la distancia pude ver que habían cambiado de lugar, se habían recostado en un prado ubicado a un borde de mi habitual ruta, ella estaba de espaldas, con las rodillas flexionadas, dejando ver sus hermosos muslos, una porción de sus bragas, sin mayor preocupación (ese parque es muy poco concurrido a esa hora de la mañana). Él la besaba apasionadamente, mientras sus manos se perdían en alguna zona del cuerpo de la muchacha.

En la quinta vuelta, la joven estaba de espaldas, con los muslos separados, mientras él yacía encima de ella, entre sus muslos (me refiero a la posición más básica adoptada por los seres humanos para hacer el amor), mientras se besaban apasionadamente.

Aunque me faltaba una vuelta para terminar mi habitual trote, preferí dejarlo hasta ahí, volver a mi casa, beber un refresco y tomar un baño, porque a esa hora ya había aumentado demasiado el calor.


EMERGENCIA CARDÍACA

Dos llamadas telefónicas recibí aquella tarde, un poco después de llegar del trabajo; una era de mi hermano y la otra de mi novia.
No había terminado de aflojarme el nudo de la corbata cuando llamó mi novia, el propósito era comentarme que no la esperara porque cenaría con una amiga y luego dormiría en casa de ésta. Habitualmente nos juntamos los viernes en mi departamento, cenamos con velas, vemos alguna película y hacemos el amor, el sábado despertamos tarde y nos turnamos para hacer el desayuno. En el momento que me lo dijo sentí una pequeña decepción, pero no alcancé a angustiarme demasiado porque la siguiente llamada acaparó mi completa atención. Mi hermano me contaba que a su hijo recién nacido debían operarlo del corazón, con carácter de urgente. Se trataba según recuerdo de una tal “enfermedad de los niños azules”, una abertura existente durante el embarazo, que comunica las dos Aurículas, que normalmente se cierra o debe cerrarse poco después de nacer, para que no se mezcle la sangre oxigenada con la que contiene dióxido de carbono, a mi pequeño sobrino, no se le había cerrado. Al llegar al hospital (no me demoré más de quince minutos, para estos acontecimientos suelo transformarme en un piloto demasiado audaz y conduzco mi automóvil diestramente) me enteré, para tranquilidad de toda la familia, que se trataba de una operación menor, dado los avances en la medicina.
Durante el tiempo que demoró la operación, conversé con mi hermano, mi cuñada, esposa de mi hermano y su hermana menor, estudiante de medicina. La chica nos explicó que el agujero que comunica las dos aurículas, se llama agujero oval, y que milagrosamente se cierra cuando el niño nace, producto de la presión de la sangre, y que un reducido grupo de niños presenta problemas a la hora de cerrarse este agujero. También nos tranquilizó cuando se refirió al alto porcentaje de éxito de esta operación, algo así como el noventa y nueve coma nueve por ciento.
Lo que más llamó mi atención es lo sabio de la naturaleza, aunque el hincapié estuvo en lo avanzado de la medicina de hoy en lo que a cirugía cardíaca se refiere.
Terminada la operación, mi cuñada y su hermana se quedaron en el hospital, mientras mi hermano y yo íbamos por comida preparada.
Llegamos a una zona de Restaurantes, al entrar en uno de ellos me llevé la gran sorpresa de la noche, mi novia cenaba con un tipo un tanto mayor que yo, quien sostenía su mano, y aparentemente intentaba conquistarla. De pronto ella se acercó a él y lo beso en los labios.
Mi primera reacción fue de sorpresa, luego de indignación. Pensé en acercarme y armar un escándalo, mi hermano al percatarse me sacó a tirones del lugar.
Las tres horas siguientes, las pasamos deambulando por las calles, durante todo ese tiempo mi hermano intentó calmarme y atenuar mi dolor (para mí una de las cosa más graves de la vida es la traición).
Han pasado varias semanas, antes de aclararle el tema a mi novia, ella me pidió que termináramos la relación, argumentando que tenía dudas de sus sentimientos por mí.
No quise comentarle lo que vi, quizás por amor propio o por delicadeza, el asunto es que me lo guardé.
Mi sobrino a los dos días estaba de alta y haciendo una vida normal para un recién nacido.
Llevo una semana saliendo con la hermana de mi cuñada, la que estudia medicina. La muchacha es bonita, y aunque no es mi tipo, debo reconocer que es simpática y muy inteligente.
Lo más importante para mí, es que sabe de medicina y quizás pueda hacer algo por mi destrozado corazón.

20 enero, 2006

CREATIVIDAD

El tipo era agente de seguros, y en su tiempo libre escribía cuentos. No es que tuviese un gran talento, sino que pensaba o por lo menos a nivel inconsciente creía, que las personas creativas eran más valiosas que las otras, aquellas que hacen trabajos mecánicos.
De modo que cada tarde al llegar de la agencia de seguros, se sentaba frente al ordenador (hacía tiempo había reemplazado la máquina de escribir) y se disponía a escribir un relato, que más tarde leía a su esposa y a alguno de sus hijos que anduviera por allí (lo que era poco habitual porque éstos estaban cansados de ser lectores obligados, de escritos sin mucha originalidad).
Cada día, a falta de imaginación, relataba algún suceso acontecido en el camino hacia o desde su trabajo, en el que involucraba personajes ficticios con otros reales, ya, del tren subterráneo, del restaurante que le proporcionaba almuerzo o desprendido de alguna conversación con sus compañeros de trabajo.
Cierto día no sabía que escribir, su ansiedad aumentaba y con el fin de mantener su autoestima en alto, comenzó diciendo:

“El tipo era agente de seguros, y en su tiempo libre escribía cuentos. No es que tuviese un gran talento, sino que pensaba o por lo menos a nivel inconsciente creía, que las personas creativas eran más valiosas que las otras, aquellas que hacen trabajos mecánicos.
De modo que cada tarde al llegar de la agencia de seguros, se sentaba frente al ordenador (hacía tiempo había reemplazado la máquina de escribir) y se disponía a escribir un relato, que más tarde leía a su esposa y a alguno de sus hijos que anduviera por allí (lo que era poco habitual porque éstos estaban cansados de ser lectores obligados, de escritos sin mucha originalidad).
Cada día, a falta de imaginación, relataba algún suceso acontecido en el camino hacia o desde su trabajo, en el que involucraba personajes ficticios con otros reales, ya, del tren subterráneo, del restaurante que le proporcionaba almuerzo o desprendido de alguna conversación con sus compañeros de trabajo.
Cierto día no sabía que escribir, su ansiedad aumentaba y con el fin de mantener su autoestima en alto, comenzó diciendo:”

El tipo era agente de seguros, y en su tiempo libre escribía cuentos…

14 enero, 2006

EL JARDINERO

Había terminado de almorzar hacía poco rato, cuando escuché una voz proveniente de la calle, repetía ¡aló! Me asomé, y fue la primera vez que lo vi, era un hombre de mediana estatura, con barba de tres días, se veía fuerte aunque un poco gordo, su cara bonachona me dio confianza. Abrí la reja y me contó una triste historia, llevaba ocho meses sin trabajo. Finalmente me pedía le diera cualquier tarea a cambio de dinero para el bus. –Le pico la tierra a las plantas- dijo el hombre, -Está bien- le dije.
Mientras trabajaba le calenté un plato de arroz con algo de carne, piqué unos tomates y le llevé almuerzo.
Un rato después, había terminado el trabajo, bastante bien, se notaba que había trabajado con ganas.
Unas semanas después apareció, sin preguntarme picó la tierra de las plantas, me pidió una escoba, entonces aprovechó de preguntarme si tenía máquina cortadora de pasto, argumentó que él podría cortar el pasto y yo podía darle el dinero que estimara.
Recuerdo que poco tiempo antes, había adquirido una máquina cortadora de pasto y unas tijeras, para turnarme el trabajo con mis hijos, y así ahorrar el dinero del jardinero.
Está bien, dije unas vez más.
Se notaba que no era su rubro. Le fui enseñando a hacer el trabajo, el uso de las tijeras, la limpieza; le asigné un valor en dinero (en ese momento pensé era bajo, pero posteriormente hablando con jardineros que habitualmente se desenvuelven en eso, pude comprobar que fui generoso).
Pasaron dos años en que apareció quincenalmente, en el intertanto, fue encontrando nuevos clientes, se compró sus tijeras, y aunque en ocasiones pedía prestada nuestra máquina, al tiempo compró la suya.
Durante esa época, aparecía cualquier día y me solicitaba le adelantara un porcentaje de su paga. En todas esas ocasiones se demoró en volver a trabajar.
Un día llegó pidiéndome le adelantara el total del dinero, porque debía cambiarse de casa. Le pasé el dinero.
Nunca más volvió, nunca más lo vi; una vecina lo vio en un supermercado, le preguntó cuando vendría a mi casa, a lo que, según mi vecina, él respondió: -Me he portado mal, uno de estos días iré-
Volvimos a los turnos con mis hijos.
Así, estaba cortando el pasto un sábado en la mañana, cuando pasó una mujer, de edad mediana, era morena bajita, muy graciosa, con una brillante cabellera, que caía delicadamente sobre su hermosa figura. Se detuvo y dijo: -Maestro, tiene tiempo disponible para que me atienda el jardín.
No quise sacarla de su engaño, quizás por hacer una broma o por entablar conversación, me cuesta precisarlo, el caso es que anoté su dirección y acordamos el domingo en la mañana.
Si quiero ser franco, debo decir que nunca pensé hasta donde llevaría la broma, soy contador auditor, y tengo un buen trabajo, lo que trato de decir es que nunca se me pasó por la cabeza cobrarle, llegado el momento, le diría: -No se preocupe vecina, fue un gusto- o algo parecido, y entablaría una conversación divertida. Eso es lo que pensé, o lo que pienso que pensé.
Llegué el día siguiente a su casa, me hizo pasar al patio, una pequeña piscina, con forma de riñón, de tres metros de largo, rodeada de un hermoso pasto, que necesitaba urgente un corte. Me dijo que empezara, que ella estaba ocupada, que después volvería a ver como estaba quedando.
Quince minutos después, apareció en el lugar, luciendo un pequeño Bikini, que dejaba poco para la imaginación, estiró una toalla sobre una silla de playa, y se tendió a leer. Pasaron unos minutos y me dirigió la palabra: -¿Quieres ponerme bloqueador en la espalda?-
Fui al grifo del jardín, enjuagué bien mis manos y mientras me acercaba, me di cuenta que desde el principio, mi fantasía había sido ella.
Le puse el bloqueador, su espalda era suave, seguí con un corto masaje, ella en un momento me tomó del cuello y me atrajo hasta sí.
Mientras me besaba, dijo:-Termina de cortar el pasto y vamos a mi habitación.
Me gustó la idea, hice el trabajo, no me tomó más de cuarenta y cinco minutos, me lavé un poco manos y cara, y fui hasta ella. Eres muy fuerte dijo, mientras pasaba sus manos por mis muslos. Me cogió de una mano y me llevó a su dormitorio, nos abrazamos, y en ese momento sonó su teléfono. Después de colgar dijo: -Es mi esposo, se suponía que se iba de viaje pero algo falló, debes irte rápido- No fui capaz de articular palabra.
-¿Cuánto te debo?- Preguntó.
Por un instante me paralicé, lo único que atiné a decir fue la misma cifra que le pagaba a mi jardinero. De un cajón sacó el dinero, mientras me lo entregaba dijo: -Espero que vengas a hacer el jardín otro día, déjame tu número de teléfono, ah, y tu nombre.
En el papel que me pasó, anote un número y nombre ficticio, no quise verme envuelto en un problema.
Tomé mis cosas y me fui lo más rápido que pude.
No puedo quejarme, gané un poco de dinero que no esperaba, viví una experiencia emocionante con la broma y el encuentro breve con la hermosa mujer.
Sólo me quedó dando vueltas una idea: debí haber “aprendido” del ejemplo de mi jardinero y en el momento en que llegué a su casa, tendría que haberle pedido un adelanto.


03 enero, 2006

INCOMUNICACIÓN VIRTUAL

Primero mandé los tanques, carros de asalto e infantería. Luego envié los aviones bombarderos y para asegurarme, lancé un proyectil atómico y uno de última generación con armas químicas. Cuando me disponía al ataque final, me habló mi esposa, conectada al Messenger desde su dormitorio.
Habitualmente uso el PC de la sala y ella el de su dormitorio. Yo prefiero los juegos de guerra y ella los de magos, príncipes y guerreras; en ocasiones opta por ingresar a Casinos virtuales a apostar en la ruleta.
No es raro, ella se crío en una ciudad balneario, cuya principal atracción es el Casino. En cambio yo, desde niño quise ser militar, siempre me gustó la guerra. Aunque en la juventud estuve en una escuela militar, por diversas razones no seguí la carrera. Por eso mi pasión es completar misiones en juegos, cuyos nombres empiecen o terminen con la palabra WAR.
Como iba diciendo, me encontraba dispuesto a destruir al enemigo, cuando me habló mi esposa: ¿Te vienes a acostar luego?
-Termino este ataque y voy- Respondí
-No, ven ahora, por favor.-

Me siento muy mal, me siento triste y tonta. Metí la pata hasta el fondo. Perder cinco mil dólares en un casino virtual es una estupidez, me pasa por tonta. Ojalá venga a acostarse pronto y me abrace. No, no se lo diré, no esta noche. Sólo quiero que me abrace y sentirme segura. Sólo necesito dormirme abrazada, mañana veré como pago la tarjeta de crédito, me consigo el dinero, lo pago de a poco, mañana lo arreglo.

Que bueno que viniste a acostarte, ya es tarde. Si amor, son más de las doce.

Debí atacar antes de venirme a acostar. Con ese par de proyectiles los debilito y luego los liquido. No fabriqué un radar, espero no me ataquen ellos mientras estoy sin defensa. Quizás no debí construir tantos tanques, debí ocupar esos recursos en fabricar un radar.

¡Amorcito, abrázame!
Si mi amor.
Espero que no quiera hacer el amor ahora; pensar que tenía todo listo para atacar. A veces pienso que debería establecer contactos con mis antiguos compañeros de escuela, algunos tienen grado de coronel. Conseguir hombres y llevarlos contratados como mercenarios a Irak. Hasta yo iría, estoy seguro que volvería con ellos vivos y con un montón de dinero, sería emocionante.


Se quedó dormida, acabo de levantarme a terminar el juego. Tuve que encender el computador otra vez. Cómo se llama la última grabación… ah, “final” se llama. Acá estoy, bien, bien, listo para atacar. Allá van mis tanques, están por caerles las bombas…
¿Qué? Que estoy bajo ataque, debo volver a mi base, lo más rápido que pueda…
Ah, que diablos, tres bombas atómicas en mi base, ¡puta! Me hicieron parir...
Si busco una grabación anterior quizás logre revertir la situación. Ésta puede ser, no hago los tanques y fabrico el radar y artillería antiaérea.
Ya son la cinco de la mañana, me voy a acostar, mañana sigo. Debería ir a Irak.

Hoy me desperté tarde, mi esposa había salido. Entré nuevamente al juego, rehice mi estrategia tres veces, aún así me destruyeron. Debo ir al negocio, espero que el administrador haya hecho el depósito en el banco.

Después de una semana intentándolo, he logrado terminar la etapa, la clave estaba en contratar un personaje pelirrojo que se escabulle en las filas enemigas y pone bombas en lugares estratégicos, repitiendo "piece of cake".


Hoy me llegó un aviso del banco, que en principio me produjo rabia, que fue pasando a sorpresa, para terminar en pena; mi esposa tiene una deuda de cinco mil dólares, de juego, con su tarjeta de crédito, en un casino virtual.
La verdad no la entiendo, por qué hace esas tonterías, qué le cuesta jugar simulando, sólo por entretenerse, como lo hago yo.