BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS SUEёOS, DE LAS HISTORIAS QUE NACEN DE LA VIDA COTIDIANA, LA SOLEDAD Y LA FANTASÍA

30 marzo, 2006

PUNTOS DE VISTA

Ese día salí de mi casa llevando el dinero que reuní tras dieciocho meses trabajando de garzón en un pub, compatibilizando a duras penas el trabajo con las obligaciones de la universidad. Al llegar a la casa de música, por uno de los vendedores, me enteré que la guitarra que había soñado tener, había subido de precio en un veinte por ciento.
Salí de la tienda con una mezcla de sentimientos: pena, frustración e indignación. Unos metros más allá, un tipo con el que creí tropezar, me apuntó con una pistola y dijo:
-¡Entrégame el dinero!
Sin pensarlo dos veces, intimidado por el arma, se lo entregué. El tipo dijo:
-¡Date vuelta!, si miras para acá eres hombre muerto- y se alejó.
Al alejarse, me escondí tras un kiosco de periódicos. El tipo caminó rápido cerca de noventa metros, miró para atrás y al no verme se sintió seguro, se cambió de saco, se puso una corbata muy vistosa y empezó a caminar con aire inocente.
Sin que se percatara, lo seguí, me aproximé por detrás en medio de la multitud que a esa hora caminaba por el centro de la ciudad. Cuando lo tuve a mi alcance, me abalancé sobré él, y tomándolo del cuello lo reduje. Caímos al suelo, la pistola saltó lejos de nosotros, en el momento que le exigí que me devolviera el dinero, llegaron dos policías, nos apuntaron, nos esposaron y nos llevaron detenidos.

Recién había comprado una gaseosa, cuando lo vi aparecer, vestía jeans y zapatillas, llevaba el cabello largo, en general su apariencia era descuidada. Entró a la tienda de música, inmediatamente supe que con la intención de asaltarla. Seguramente que al ver a tantos empleados varones, desistió. Se veía desesperado. Buscó a algún transeúnte a quien robarle, enfrentó a un señor de saco azul, al parecer no encontró que robarle y se quedó escondido tras un kiosco de periódicos, buscando a la distancia una víctima más rentable.
De lejos lo vio, era un señor de saco marrón, lo siguió, cuando estuvo cerca lo tomó del cuello y al parecer lo encañonó con su pistola, la misma con la que pensaba asaltar la tienda de música. El señor del saco marrón se resistió, la pistola saltó lejos, y cuando luchaban en el suelo, apareció la policía y los subió al carro.

Yo pasaba por ahí, un tipo saltó sobre el cuello de otro, forcejearon y una pistola saltó por los aires. Al principio parecía todo muy real. De pronto aparecieron dos policías, en seguida me entraron dudas. A decir verdad, el carro me pareció raro, miré la pistola y eso fue lo que me hizo dudar, se notaba que era una pistola de utilería. Al contemplar a los policías, sus uniformes me parecieron de una tonalidad levemente distinta a la real.
En seguida supe que era un show, busqué las cámaras, no las encontré, entonces supe que se trataba de una cámara escondida.
En ese momento reconocí a los actores, los había visto alguna vez en la televisión.
Ah, las esposas también eran de utilería.



28 marzo, 2006

TIEMPO DE CAMBIO


Ayer escuché una noticia que me causó extrañeza, una bella modelo se sometió a una dolorosa operación para alargar tres centímetros sus piernas. Digo que me causó extrañeza, porque la chica medía un metro y setenta y dos centímetros, una estatura considerable, aunque en el mundo de la moda internacional, probablemente es insuficiente.
A veces pienso que nuestra época vive exageradamente la búsqueda de la perfección.
De este modo, son muchos los que sufren por sus defectos, que en otra época habrían sido parte de la singularidad, más que motivo de frustración.
Por supuesto que otros tantos se aprovechan de este fenómeno para obtener ganancias, ni hablar de los cirujanos, que argumentando la salud psicológica de sus pacientes, realizan todo tipo de cambios en la fisonomía de éstos.
Lo raro es que aún no les da por cambiar la forma de pensar y de actuar de las personas. Me imagino un señor yendo al médico para que le intervenga cierta porción del cerebro que lo haga más simpático, o tener mayor capacidad de liderazgo, o de emprendimiento, y por que no decirlo, ser mejor amante.
Claro, porque sabemos que son muchos los que ofrecen, por intermedio de páginas web y de correos electrónicos (spam) la posibilidad de alargar el pene, prometiendo implícitamente, ser mejores amantes. Sin embargo sólo un ingenuo podría creer que eso basta, o mejor dicho que eso puede guardar alguna relación, salvo en casos especiales en que el sujeto haya sido duramente castigado por la naturaleza.

¿Entonces, a quién podrían acudir los interesados en mejorar su capacidad amatoria? Al parecer la respuesta la sigue teniendo el mundo de la psicología y de la sexología, que mediante diversos abordajes del problema, algo ayudan, aunque finalmente, no pueden dar lo que natura niega.

Recuerdo un tío que se operó la nariz, encontraba que la tenía enorme, después de una costosa intervención, quedó con una nariz pequeña y tímida. El pobre sufrió lo indecible, perdió el respeto de su esposa, el de sus hijos, y aunque no lo crean, perdió el magnetismo que tenía con las mujeres. Al parecer por algún tipo de asociación, a ellas les gustaba con la nariz grande. Como que perdió el carácter.

Entonces se podría decir que todas las respuestas están en la psiquis, en complicidad con el espejo. A propósito, recuerdo un cuento de Ray Bradbury, publicado en “El país de octubre”, en que el protagonista, un enano, visitaba cada noche el salón de los espejos para ver su imagen reflejada en uno convexo, que le alargaba la figura. Una solución más barata y menos dolorosa que alargarse las piernas.

Quizás la solución está en vender espejos que permitan ver lo que cada uno quiera ver.

Lo que nadie puede discutir es que para ser buen amante, lo más importante es amar.

27 marzo, 2006

A PUNTO DE NACER

Cuando estaba a punto de nacer sintió miedo, habían aumentado considerablemente los ruidos externos, y las voces dejaban entender estrés ambiental. La voz conocida casi no se escuchaba, sólo para manifestar dolor.
Quiso rechazar la posibilidad, aunque pronto comprendió que era imposible. De súbito vio la luz, y recordó una luz mayor, una luminosidad suprema que lo albergó una vez. Esa luminosidad superior se había manifestado como idea comprensible, que daba la posibilidad de quedarse o partir. Evocó el momento en que decidió partir, le costaba identificar el motivo de su opción, sólo tenía claro que había podido elegir a sus futuros padres, dentro de una pequeña gama de posibilidades. Su futuro padre era un militar, con estructuras mentales muy estrictas, partícipe de una dictadura genocida, que por la mañana, en casa, era un hombre dulce, más tarde un hombre violento e inclemente, y por la noche un alcohólico abusador y escandaloso.
Su madre, una mujer dulce, sencilla, y lamentablemente subyugada. Tenía aún conciencia de su elección, y de su decisión de volver a encarnar. El panorama que le esperaba no era fácil, y cada experiencia era lo justo que necesitaba para… ¿para qué? ¿Cuáles habían sido los motivos?
Definitivamente estaba perdiendo la memoria, estaba olvidando a que vino, cada instante que pasaba, las voces aumentaban y la memoria se perdía.
-Ya viene- dijo un hombre.
-Deja de pujar- dijo una voz de mujer.
La voz conocida emitió un grito de dolor.
De pronto recordó, Clara, mi dulce Clara.

Ismael soltó el bote y se internó mar adentro, a pesar de la tormenta. Clara quedó en el hogar con el alma en un hilo, presintiendo la tragedia.
Ismael no fue el único pescador que murió ahogado en esa jornada.
Cuando Clara supo de su muerte, se vio superada por la pena y sin articular palabra, caminó directo hacia el mar, se internó y desapareció para siempre.

Cuando se hizo la luz, sintió que el aire le llenaba los pulmones, un pequeño golpe lo hizo llorar.

La felicito señora, es un varón.


25 marzo, 2006

CRISTINA

-Cristina, ¡cásate conmigo!-
-Te he dicho tantas veces que no me siento preparada-
-Vivamos juntos entonces-
-No lo sé-
-¿Qué no sabes?-
-No sé si quiero volver a vivir con un hombre-
-Eso es por tu mala experiencia matrimonial-
-Puede ser-
-Pero tú dices que me amas-
-Escucha Daniel, me gustaría algún día volver a vivir en pareja, sin embargo, siento que si me emparejo contigo, y luego encuentro al “Hombre de mi vida”, me sentiría fracasando una vez más-
-¿Quizás deseas que terminemos?-
-No, temo darme cuenta después, que tú eras el “Hombre de mi vida”-

Así son las conversaciones habituales de Cristina con Daniel, evasivas para eludir una relación más seria, un compromiso que a Cristina le asusta.
Sueña encontrar un hombre que satisfaga todas sus expectativas. Si Daniel le hubiese propuesto vivir juntos, cinco años antes, habría aceptado gustosa, involucrando a sus dos hijos, en ese momento pequeños, en la aventura. Es que en ese tiempo estaba saliendo de un mal matrimonio. Acostumbrada a una pésima relación sexual matrimonial, Daniel fue para ella un “Rey”, una revelación, único en el mundo.
Claro, en estos cinco años ha tenido otros amantes pasajeros, y se ha dado cuenta que Daniel es uno más, aunque tiene claro que está acostumbrada a su presencia y que lo extrañaría si no estuviera.
Atrás quedaron los tormentosos días en que recién separada de su esposo, debe soportar las escenas que éste le hace al saber de Daniel, ahora su esposo tiene pareja y la relación se ha tornado amistosa. Cristina recuerda un tiempo en que volvió a estar con su esposo, estando separados. En la ocasión le pareció un buen amante, y se atrevió a decirle:
-¿Por qué no me hacías así el amor estando casados?
Él respondió:
-Porque te encontraba tan niña, tan virginal-
Cristina se imagina que mientras a ella apenas la tocaba, debía tener amantes con las que desahogaba sus pasiones. Hoy, esto sólo la hace reír.

Hace un par de días, Cristina se ha encontrado con Juan Carlos, un conocido con el que ha conversado algunas veces en los últimos seis años. En las pocas conversaciones que han tenido, ambos se han sentido cómodos y entretenidos, le ha contado muchas cosas de su vida, de su esposo, de Daniel, de los difíciles días posteriores a su separación. Él le ha contado también de su vida, también es separado, y nunca ha vuelto a vivir con una mujer.
A Cristina hay dos cosas que le llaman la atención: una, que cada vez que conversa con él, terminan hablando de amor y sexo, la otra, que en años de conocerlo, sabiendo que podría resultarle atractivo, teniendo la fuerte convicción de que él la encuentra atractiva, nunca la ha invitado a salir.
Es raro este Juan Carlos, piensa, y en ese momento encuentra la respuesta a sus reticencias frente a adquirir un compromiso con Daniel, le falta conocer a los Juan Carlos, que andan por ahí, dentro de los que podría estar el “Hombre de su vida”.

23 marzo, 2006

INTENTO

Se sentó frente al computador con la intención de escribir un cuento. La narrativa no fluyó, recordó que debía enviar unos mensajes de correo electrónico, que había quedado pendiente de la jornada de trabajo. Mientras los enviaba se bebió una taza de té, el reloj marcaba las veinte treinta y cinco. Buscó ideas en sus experiencias cotidianas, éstas corrían, volaban, como niños jugando a pillarse. No logró concretar alguna de ellas. Pensó en los blogs de sus amigos virtuales, recordó que llevaba semanas sin leer y comentar en ellos; el tiempo parecía escurrirse en cada respiración, como hoyos negros en la existencia. Pensó escribir una disculpa en su blog, una sensación de angustia lo hizo desistir.
Se sentía agotado, muchas horas de trabajo, luego pasar a comprar provisiones, para llegar a casa y tener que fregar las ollas y platos de la noche anterior, asear, cocinar; quizás ni siquiera alcanzaría a hacer su rutina de ejercicios.
Decidió escribir un poema, eso era más natural para él.
Buscó la inspiración en un amor que por imposible, se hacía imaginario, y se escondía en el mundo de los sueños.
Su estrella del Norte se había apagado y su poesía lloraba soledades.
Hasta la estrella anónima se perdía en la distancia.
Finalmente buscó entre sus antiguos escritos, un poema dedicado a un antiguo amor, que por perdido, agigantado, saltó desde un rincón como felino, después de años, liberado. Hablaba de un amor de elefante herido.
Cuando estaba terminando de publicar, vio la hora, las veintiuna con quince, se le hacía tarde para empezar a cocinar.

19 marzo, 2006

LA BÚSQUEDA

La mujer se quedó de pie, con su gran faldón, en medio del salón, esperando con gesto adusto que entraran los visitantes. Al llegar, uno de ellos dijo:
- Madre, le pido disculpas por la interrupción, estamos buscando a un peligroso rebelde, que se ha atrevido a disparar y herir en un brazo a mi General-

La religiosa férrea, inmóvil, les hizo una seña con el brazo, como invitándolos a buscar en el convento, al tiempo que decía:
- Les pido extremo respeto por mis novicias, que a esta hora se están despertando, cuando ellas se hayan levantado, pueden revisar en sus habitaciones.
- Gracias madre, seremos cuidadosos- dijo el que mandaba el pelotón.

La superiora, mujer joven, de unas treinta y seis años, se mostraba cooperadora, aunque su rostro dejaba ver el malestar que le producía la presencia de los agentes.
Las novicias a medida que fueron llegando al salón se ubicaron alrededor de la superiora, como hormigas protegiendo a su reina. Mientras la decena de hombres armados, revisaba hasta el último rincón.

El hombre se sintió invadido por una sensación de agrado ante la proximidad de su cuerpo, sin hacer movimiento alguno, disfrutó del aroma de esa suave piel, su respiración se fue agitando, un calor invadió su cuerpo y empezó a experimentar una incipiente erección. Con extrema delicadeza, apoyó su mejilla en el muslo, ella respondió con un leve temblor, que él interpretó como una señal de aprobación, por lo que suavemente deslizó sus labios hasta el pubis, donde se detuvo a disfrutar del aroma a violetas que ese magnífico cuerpo exhalaba. Ella se sintió húmeda, él la sintió humedecer, en el silencio estaban siendo cómplices de una emergente pasión.

Terminamos madre, dijo el agente, le pido disculpas por las molestias, si ve a alguien rondando por aquí, llámenos.
La religiosa, asintió con la cabeza, hizo una seña a la encargada de las llaves, para que ésta cerrara las puertas después que los agentes hubiesen salido.
Cuando quedaron solas, la superiora hizo un gesto y todas las novicias volvieron a sus habitaciones.
Al quedar sola en el salón, se levantó el faldón y dijo:
-Salga, ya está a salvo-
-Va a tener que quedarse unos días, porque los agentes estarán vigilando el convento-.

16 marzo, 2006

TODO TIEMPO PASADO...

Mi tía siempre está diciendo que todo tiempo pasado fue mejor. Así, vive añorando rutinas, procedimientos, artefactos y estructuras de otro tiempo.
Por el contrario, mi hijo adolescente, siempre está deseando que se invente algo o se mejore lo inventado, algo así como un “up grade” de la tecnología.
En ocasiones mi gusto por la “Ciencia Ficción” me hace desear autos voladores, ascensores de vacío, viajes interestelares y desde luego robots, con diferentes habilidades al servicio de la humanidad. Independientemente de eso, valoro ciertos ritos que nuestra sociedad ha desechado, quizás producto de la agilización de las relaciones sociales, por efecto de la influencia de la tecnología. A propósito, se me viene a la memoria el especial significado que tenía esperar a que la operadora estableciera una comunicación telefónica de larga distancia, eran momentos de emoción y suspenso. Para los que vivimos eso, que una conexión de Internet demore un minuto, constituye una comunicación de gran rapidez; para mi hijo resulta una eternidad.
Y no puede ser de otra manera, ya que la misma tecnología ha cambiado la concepción del uso o inversión de nuestro tiempo. Gran influencia ejerce el cine comercial, capaz de consumar el amor en un tiempo breve. Con algunas excepciones como el clásico “Cuando Harry conoció a Sally”, en la mayoría de los film, en diez minutos, los protagonistas se conocen, se enamoran, hacen el amor y se fuman un cigarrillo. Bajo esta influencia, nuestras relaciones se vuelven desechables.
Quizás esto moleste un tanto a mi tía. Si pensamos que en su juventud, adquirir una línea telefónica era un proceso que demoraba hasta diez años, y el aparato o equipo telefónico era prácticamente eterno, debe producirle angustia llamar a un número telefónico que le dieron un mes atrás y recibir por respuesta “El número que usted llama está vacante”.
Hoy casi todo es desechable, o viene en envase no retornable, lo que desde luego es una comodidad a la hora de comprar nuestra bebida favorita.

En definitiva, son muchos los que de una u otra forma, sufren los cambios en las relaciones interpersonales, deseando que
en una relación, que les acomoda o los mantiene atrapados por los lazos invisibles del amor, “el otro” haga esfuerzos por mantenerla, en lugar de “tirarla” y buscar otra.
Como diría mi tía:
Cuando te di mi amor, no decía desechable, decía no retornable.


15 marzo, 2006

UNA PROPUESTA DECENTE

Pensó encontrarla al día siguiente en el Café, e inmediatamente invitarla a hacer el amor. Se imaginó posibles respuestas, se puso en el caso de cada una de ellas, e ideó un plan de acción para cada una. Si ella accedía inmediatamente, cosa que veía improbable por el tipo de relación que hasta ahora habían mantenido, en un marco de amistad aunque no ausente de un inconfesado deseo por su parte, la invitaría a un motel sencillo, en términos de ornamentación (más cerca de lo romántico que de lo erótico).
Si ella creía que era una invitación demasiado íntima para comenzar una relación amorosa, le propondría un acercamiento paulatino, un hacer el amor que partiera con acariciar su cabello y besar sus mejillas y su frente aquel día, y dejar que el tiempo juntos les permitiera profundizar la relación. Lo importante era confesarle de algún modo el dolor que experimentaba su cuerpo al no poder abrazarla y decirle cuanto la deseaba.
Pensaba que aunque ella también lo deseara, no aceptaría estar con él mientras estuviera casado, aunque supiera que su relación matrimonial lo hacía desdichado y que estaba en ella, principalmente por los niños.
Lo pensó, le dio vueltas, sentía que tenía que ser franco con lo que estaba sintiendo, sin embargo sentía temor: de que en la espera, ella se enamorara de otro; y de que su propuesta, aparte de encontrar una respuesta negativa, rompiera con la relación de amistad, lo que significaba perderla para siempre. ¿Valía más la pena esperar? A ser libre, mantenerse un tiempo más casado por los hijos y llegado el momento intentar algo estructurado con ella. O era más sensato continuar casado y proponerle una relación de profundo amor, furtiva, en la que ambos podían ser inmensamente felices, auque no plenos, por no poder compartir todos los momentos de la vida.
Quizás la espera terminaría matando ese amor.
Sacó fuerzas y se prometió a si mismo actuar en forma decidida al día siguiente. Intentaría convencerla de dejar de lado las viejas tradiciones, las promesas, las rígidas estructuras mentales y entregarse a un amor desenfrenado y sin límites.

Esa noche se acostó pensando en ella, en el encuentro del día siguiente.
La encontró en el Café, pero algo estaba distinto, ella no estaba sola, estaba rodeada de gente que no le dejaba la opción de hablarle tímidamente al oído. Se enteró en ese momento de que ella había sido nombrada ministra o vice ministra del nuevo gobierno y que todas esas personas eran sus ayudantes y guarda espaldas personales, que en todo el encuentro, le impidieron confesarle su amor a través de la propuesta. Cuando la decepción lo embargaba, despertó, estaba amaneciendo, se sentía casi tan cansado como al acostarse.

Inmediatamente supo que no sería capaz de invitarla a hacer el amor, que cuando más, intentaría, no sin dificultades, contarle, que había soñado con ella.

12 marzo, 2006

FIN DEL VERANO

La discoteca funcionaba desde el veintisiete de diciembre hasta el 9 de marzo, en la temporada veraniega. Javier trabajaba de barman, oficio que había aprendido de un compañero de universidad. Todos los que allí trabajaban eran compañeros de carrera, incluyendo al dueño, Sebastián, que aunque sólo un par de años mayor, estaba casado y debía emprender cada verano un negocio de ese estilo, para obtener dinero y vacacionar al mismo tiempo.
Terminada la temporada, el primer día de marzo, Javier viajó a la ciudad a matricularse en la universidad. Después de matricularse, decidió volver a pasar los primeros días de marzo junto al mar.
Al llegar ala discoteca, todos comentaban la aventura de la noche anterior: la joven muchacha, a la que llamaban “la Rucia” por el color rubio de su cabello, había raptado a Sebastián, lo había llevado a su casa y prácticamente lo había violado. Comentaban que era una mujer bellísima, quizás la más bella mujer de la temporada, y que volvería esa noche.
Al anochecer, Javier se cambió de ropas y se instaló en el bar, a acompañar a uno de sus amigos, que seguía haciendo turno. La discoteca abrió sus puertas a eso de las once de la noche, cuando estaba empezando a llegar público, apareció la esposa de Sebastián, con el hijo en sus brazos, provenientes de la ciudad.
Al poco rato, apareció “la Rucia”, vestía un traje negro ajustado, que dejaba ver una espectacular figura, se acercó al bar y preguntó por Sebastián. La atendió Javier, le explicó que había llegado la esposa de Sebastián. “La Rucia” se molestó un instante, luego sonrió y dijo: -dame agua- Javier llenó un vaso con soda y se lo alcanzó, ella dio las gracias y continuó diciendo: -Mis amigas están borrachas, en el automóvil esperándome-
Javier no podía dejar de mirarla, ella lo advirtió. Luego la muchacha dijo: - La verdad es que no están borrachas, tomaron anfetaminas- y prosiguió: -me tengo que ir, más tarde vuelvo-.
La noche transcurrió tranquila, a eso de la una de la madrugada, Sebastián se acercó al bar y Javier le comentó lo sucedido. Sebastián agradeció el gesto, si su esposa se hubiese enterado, habría sido un desastre. Javier preguntó el nombre de “la Rucia”, Sebastián dijo ignorarlo, -Sólo sé que es una bailarina de cabaret, que está empeñada en tener más amantes que su hermana mayor, está cansada de ser la hermana chica- Continuó: -Me llevó a una casa en el balneario de más al norte, allá hicimos el amor muy desinhibidamente y luego me vine. Olvidé preguntarle su nombre.
A eso de las dos treinta de la madrugada, el cansancio del viaje obligó a Javier a acostarse, tenían un dormitorio en la parte posterior del local.
De pronto en medio de su sueño, sintió que lo tomaban del brazo: ¡Javier, Javier! Despierta, es “la Rucia”, dice que quiere al de camisa blanca, decía con voz agitada Sebastián. Javier despertó sin entender las palabras. Cuando Sebastián lo hubo dicho tres veces, comprendió el alcance del mensaje, de un salto se incorporó, se vistió y fue a la puerta del local, donde esperaba la bella mujer. Se saludaron, ella le ofreció una anfetamina, él aceptó, la joven metió su mano dentro de su sostén y sacó una píldora, Javier la recibió y la puso en su boca, y la tragó con un poco de licor de una botella que había tomado del bar. Le ofreció licor a la muchacha, esta movió la cabeza negativamente. Se sentaron en el pequeño automóvil Renault de Sebastián, estacionado frente a la puerta del local, después de una breve charla, ella lo besó en los labios, él respondió el beso y la situación fue muy ardiente, la imaginación de Javier funcionaba a alta velocidad. De pronto ella dijo: -vamos a mi casa- él asintió. Ella dijo: -Voy a ver si hay espacio- Se bajó del automóvil, caminó hacia el callejón, se subió a un automóvil grande y lujoso, manejado por un hombre, al parecer de cierta edad, Javier sólo distinguió su calvicie. El automóvil se alejó velozmente del lugar, por la carretera hacia el norte. Allí quedó Javier, con media botella de licor en la mano, una anfetamina en su organismo, lista para hacer efecto, solo, parado en medio de la calle.
Por el escaso movimiento, debían ser las cuatro de la madrugada.
Pensó: mala broma esta, difícil que “la Rucia” vuelva, y más difícil dormir con una anfetamina en el cuerpo. Entró al local, subió las escalas y se quedó en el salón, ya vacío, mirando por una ventana.
No habían pasado quince minutos, cuando en la soledad de la noche, apareció el lujoso vehículo, con el hombre calvo al volante y la joven atrás. Ella se bajó del coche y cuando llegó a la puerta, Javier ya la había abierto. Ella dijo: lo siento, la casa está llena de gente, ¿acá tienes espacio? Sí, respondió Javier, pasa.
Subieron las escalas y al llegar al salón, Javier juntó cuatro banquetas largas, que semejaban una cómoda cama, y preguntó: ¿que te parece?
Ella dijo: -estoy segura de que si me desvisto, aparecerán todos tus amigos- Antes de que Javier intentara convencerla de lo contrario, la muchacha dijo: -Pero no me importa- y comenzó a desvestirse.
Era bellísima, Javier quedó extasiado. Hicieron el amor largo rato, después de tener varios orgasmos, en una forma un tanto mecánica, la mujer se incorporó y dijo: -me tengo que ir- Se vistió y con un: -Mañana vuelvo mi amor- se despidió. Javier la encaminó hasta la puerta, la vio subirse al lujoso automóvil que la esperaba, y se marchó.
Javier volvió a su cama e intentó dormir, no logró hacerlo profundamente, cuando amaneció se incorporó pensando que había sido un sueño. Caminó hasta el salón y encontró una traba para el pelo, unos cigarrillos y una mancha en la tela acolchada de las banquetas, todos, fieles testigos de lo real de la noche anterior.
Salió, caminó hacia la playa, los aseadores preparaban el lugar para los turistas que aún quedaban en el fin de temporada.
La noche siguiente, la joven no volvió.
Nunca volvieron a verla.

Han pasado los años, Javier y Sebastián, cada fin del verano, recuerdan la historia, y cada vez, mencionan una frase perteneciente a una famosa película protagonizada por Sean Connery, para lamentar que nunca conocieron “el nombre de la rosa”.

08 marzo, 2006

TRAVESÍA

Dejó su maleta en el suelo, se estiró en su cama, y se durmió. Venía de recorrer miles de kilómetros, muchas horas de viaje, y traía tantas sensaciones, como prendas en su maleta.
Un sueño lo envolvió, una gran ciudad, poblada de hermosa gente morena, con un ritmo fascinante en la sangre. Soñó que se desplazaba por las calles, a veces caminando, a veces en automóvil, a veces en metro. Lo que le quedaba claro era que ella lo estaría esperando. Debía atravesar un gran Parque, uno que quedaba en el Este, luego un Jardín Botánico, después llegar a una hermosa playa, donde ella estaría contemplando el mar, con su cabello al viento.
Buscó el Parque, preguntó a la gente que pasaba apurada, nadie tenía tiempo para él. Decidió caminar, un gran dolor en el talón de su pie izquierdo hacía lenta su marcha, se hizo de noche, las imágenes dentro del sueño se entremezclaban. De pronto, se encontró buscando el Jardín Botánico, al parecer debía encontrar allí una flor, para llevar a su amada. Algo lo demoró, una espera que se hizo eterna, como a menudo los sueños juegan con el tiempo. Cuando logró llegar, el Jardín estaba cerrado, una gran reja, que al pararse junto a ella, llegaba al cielo. Soñó que se iba sin la flor, pensando que lo importante era llegar hasta su amada. Avanzó rengueando, al volver a las calles, cogió un taxi, antiguo, conducido por un hombre amable, que escuchaba una música con ritmo tropical. El conductor, al ver la cara del hombre, un tanto triste, o quizás ansiosa, cambió la música por otra romántica, aunque folklórica. Cuando por fin llegó a la playa, lo primero que vio fue a su amor, no llevaba el cabello al viento, llevaba un sombrero verde; y no estaba sola, estaba con un hombre que sostenía una flor entre sus manos, se la ofrecía a su amada y ésta la ponía en su oreja. Los miró a la distancia, ambos reían. Intentó alejarse, correr, sin embargo sus piernas no le respondían, se volvían de lana, una mala pasada que hacen los sueños a las piernas cuando se desea arrancar.

02 marzo, 2006

EL COLIBRÍ

El hombre se internó en el pequeño bosque y se dispuso a meditar. Su columna se alineó y su quietud fue la del bosque.
Su respiración fluía y su mente se blanqueaba, haciendo elevarse a Kundalini, la serpiente de fuego. En ese instante un bello sonido lo trajo de vuelta. Se trataba de un colibrí que aleteaba detrás de él, muy cerca de su cabeza. El hombre giró, extasiado con la hermosa imagen.
El colibrí lo miraba fijamente, como intentando establecer quien tenía la mirada más fuerte y penetrante. El hombre pestañó primero. Al abrir los ojos nuevamente, el ave ya no estaba, en su lugar, una bella mujer, cuya sonrisa iluminaba todo el bosque, alargaba los brazos hacia él, invitándolo.
Los días que siguieron fueron como un sueño, un gran sentimiento, una inmensa pasión. Las noches al lado de esa mujer, fueron mágicas.
Un día ella se fue, quizás convertida en colibrí (sólo quedó una hermosa pluma de su cola) escapó del invierno que se avecinaba, o tal vez arrancó de la Gripe Aviar.

A la distancia el colibrí quizás piense que el hombre está esperando que aparezca otro colibrí.

El hombre solamente volvió al pequeño bosque, se sentó y alineó su columna, hizo fluir su respiración, vació su mente y fue uno con el bosque.



OTRA DE CARACAS

Durante mi breve estadía en Caracas, varios días acudí a un local del edificio Centro Polo a usar Internet, para comunicarme con mis hijos, hacer trámites bancarios, revisar el correo y otras tareas que se han convertido en rutina en mi vida.

Cuándo se iba a imaginar mi abuelo, él trabajó toda su vida en la oficina de telégrafos, que llegaría el día en que el telegrama dejaría de existir. En aquellos días una carta demoraba en llegar a su destino, entre tres días y seis semanas, dependiendo de la distancia que debiera recorrer, por ello, el telegrama, que demoraba un día, resultaba casi instantáneo y algo mágico también. Aún recuerdo la conmoción que producía la llegada de uno, en la época de mi niñez, lo más probable es que fuera portador de malas noticias, en otras palabras, mientras no llegara un telegrama todo estaba bien.
Hoy, gracias al teléfono, de red fija o celular, te enteras inmediatamente de lo que sucede, aunque sin duda, Internet, como medio de comunicación a distancia es lo más efectivo, ya que incluye texto, sonido, imágenes, y me imagino en un tiempo no muy lejano, olores. Cierto, como las cartas de los tiempos de mi abuelo, portadoras del perfume de la dama que las enviaba.

El caso es que uno de esos días, al llegar al local de Internet, el muchacho que atendía, me indicó que no había equipo disponible en la planta baja, y señalando el segundo piso, me asignó el equipo número veintisiete. Subí, hice lo acostumbrado, y al bajar y pedir mi cuenta, me llamó la atención que ésta era el doble de lo habitual. Al consultar, el muchacho me indicó que el segundo piso era VIP, y que la tarifa era el doble. Debo señalar que la única diferencia entre la planta baja y el segundo piso, era que la gente que arriba ocupaba equipos, lo hacía para trabajos, a diferencia del primer piso, atestado de jóvenes jugando en línea.
Inmediatamente recordé el servicio de correos del tiempo de mi abuelo, que tenía diferentes tarifas según fuese correo certificado, normal o aéreo, lo que implicaba mayor o menor rapidez y/o seguridad. Claramente no era el caso, ya que en ambas plantas los equipos eran similares y el ancho de banda el mismo.

En ese momento, recordé las panaderías de mi país, en ellas, venden un pan (el más sabroso de todos, las Marraquetas) denominado corriente, y todo el resto, se denomina especial. Por supuesto el corriente es más barato. Lo interesante es que cuando se acaba el pan corriente, venden el pan especial a precio de corriente.
Me pareció que este era el caso, ya que en ningún momento solicité un equipo en la planta VIP, y si subí, fue porque no quedaba equipos disponibles en la planta baja. Explique esto al muchacho, éste me miró como quien mira a un marciano, especialmente cuando le hablé de las panaderías de mi país.
Finalmente me cobró como si fuese la planta baja. Sin embargo algo me quedó dando vueltas, casi con nostalgia, el aroma de las cartas que recibía mi abuelo y el olor de las Marraquetas.


01 marzo, 2006

LOS BUHONEROS DE CARACAS

Saliendo del Metro en la estación Capitolio, en pleno centro de Caracas, sentí que naufragaba en un mar de vendedores ambulantes (buhoneros), mi sorpresa ante todo, se debió a que de ambulantes sólo tienen el nombre, ya que están sumamente establecidos en la calle. Aunque a diferencia del comercio establecido, no pagan impuestos y venden sus artículos a un precio por debajo, hasta en un cincuenta por ciento respecto de éste.
No se trata de unas pocas personas, con sus mercancías en pequeños trozos de tela, ubicadas en el suelo, las que toman de las cuatro puntas y recogen cuando aparece la policía, sino de miles de personas, con mesones, sillas y estanterías, algunas de ellas, “colgadas” del tendido eléctrico, que según me cuentan, proliferan como los hongos en un organismo vivo. Imagínense un limón que queda olvidado, y cuando lo encuentran tiene una parte blanqueada por los hongos, le quitan con un cuchillo la parte “mala” y piensan: mañana lo uso en mi almuerzo. Al día siguiente lo buscan, está más de la mitad con hongos y terminan botándolo.
Afortunadamente el cuerpo humano, al contraer hongos, el síntoma, generalmente picazón, nos lleva a visitar al médico, éste nos receta una pomada, que termina con los hongos.
En el caso del limón, el problema es que no existen médicos limones, que se dediquen a recuperar la parte invadida por los hongos. Hablando de Caracas, la labor de médico le correspondería a las autoridades, que dicho sea de paso, son parte de un gobierno, que ha hecho hasta ahora, más de lo que ningún gobierno anterior hizo por mejorar la situación de la gente, especialmente en la labor de terminar con la gran inequidad que ha azotado a los pueblos latinoamericanos durante su historia, sin embargo, dichas autoridades, no han podido terminar con el problema. ¿La razón? muchas, sin embargo una importante, los Buhoneros han apoyado al presidente Chávez, durante toda su permanencia en el cargo.
Es como si los hongos fueran amigos del médico.
Entonces cuando aparece la policía, nadie se inmuta, y los policías también compran allí, lo que es natural ya que venden muy barato.
Me cuentan que en ocasiones se ha hecho el intento por llevar a los vendedores a recintos especiales, para que ofrezcan allí sus mercancías, y enseguida aparecen otros instalados en el centro.
Como dice el refrán: “Donde fueras, haz lo que vieras”, así, compré un excelente CD, por la módica suma de un dólar, cooperando con la existencia de vendedores ambulantes, no sin antes lamentar que al igual como “los árboles no dejan ver el bosque”, ellos no dejan ver el Centro.